El calor agobiante va cediendo su lugar a las mañanas frescas y las tardes de mangas largas de algodón. Felizmente el sol, con todo lo estridente que lució en verano, no ha dejado el estrado y se impone todavía a la panza de burro hibernal.
Lo cierto es que tanto deslumbre ¡ya me tenía cojuda! ... sí, más!
Habiendo retornado a la posesión de mi tiempo matinal y con tanto rollo en el cerebro que, pobre, todavía no termina de procesar algunos escollos y tanta letargia estival, heme aquí (aquí heme, camotillo!) conduciendo mis pasos sonámbulamente hacia el tecleo banal, haciendo eco al inmenso espacio que rodea mi neurona; hija única, engreída, pretenciosa, dueña y ama del universo que la rodea.
La mañana recién comienza, es hora de tomar la primera taza de café.
¡No tan amargo por favor!