Te llamo para saludarte por tu cumpleaños y me contesta una voz de pasto, de arcilla; una voz que, lamentablemente, ha tomado el lugar de tus antiguos cascabeles.
Me hablas de miomas, de sangre, de pruebas, todo con el mismo hilo de pasto del primer aló. ¿En qué jodido momento nuestros saludos de "¡cuenta todo y exagera!" se convirtieron en esa masa boba de sonidos y palabras arcillosas que me recibió cuando marqué tu número?
¿Dónde está la loca del demonio que irrumpía (porque tu nunca "entrabas" en ningún lado, ¡tu irrumpías!) en casa trastocándolo todo en una orgía de risas estruendosas y megaplanes de diversión? "Qué estará haciendo esta hora mi andina y dulce Rita de junco y capulí ..."
A veces uno no siente el paso de la vida, y congelamos momentos creyendo que no se notará. Que la cámara continua mezclará suavemente los fotogramas que guardamos en la refri. Que lo virtual le ganará a lo real y que no hay nada que procesar porque la moledora existencial ya se encargó de hacerlo por nosotros. Pero cuando retiramos el pastel del horno sólo encontramos piedras calientes.
Hoy cumples algunos años más que yo, en una vida que le lleva mínimo tres reencarnaciones a la mía. Estás sola y no te sientes bien. Qué buena mierda, carajo.
Y la mañana estaba tan linda...
jueves, 15 de marzo de 2012
domingo, 4 de marzo de 2012
Soplidos en el pelo
Escucho esta canción y es como ver una película, una película nostálgica por supuesto. Yo también tuve una Mamma Maremma que se fue de la casa cuando yo todavía jugaba con muñecas y a la que recuerdo con infinito amor cada vez que escucho esta canción.
¿Cómo es que algunas canciones sirven de llaves que abren esas cerraduras que creíamos oxidadas?
Maravillas de la composición humana que siembra en nosotros semillas de plantas que germinan después de muchos años y resultan enormes árboles que nos protegerán de las sombras.
No recuerdo mucho de esos años (lo cual no es ningún misterio dada la cantidad de años que estoy viviendo! Aauch!) pero me llegan a retazos: las tortillas de espinaca, las travesuras encubiertas, y sus caricias en mi pelo acompañadas de suaves soplidos. Descubro entonces la prehistoria de mis hoy imprescindibles "piojitos" antes de dormir.
Ojalá algún día el Niño me recuerde con tanta ternura.
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