Me levanto por las mañanas y siento que mi día es una página en blanco. Abro los ojos, me estiro, despierto a cada uno de los elementos de mi cuerpo, los siento. Calibro mi espíritu porque será la tinta que escriba lo que ha de llenar esa página. Quiero tener la certeza de que lo que estoy escribiendo sea lo correcto, es decir, la suma de lo que quiero escribir y la forma precisa de hacerlo.
Quiero tener mas tiempo para que el conjunto de naderías que puebla mi rutina, pueda nadar a gusto en el mar de mi leve existencia. Suave existencia. Inocua existencia.
¿Inocua? ¿cómo podría ser inocua mi existencia siendo, como soy, madre?
Me levanto por las mañanas y siento que mi día es una página vista. Esto ya lo leí cien veces, pienso. Igual, no estoy segura si no me gusta o me aburre, o simplemente me gusta tanto que la leo cien veces. Me estiro, todavía con los ojos cerrados, postergando el momento de presenciarlo todo. Me estiro, si algo he aprendido bien en esta vida es a estirarme. Calibro mi espíritu de 6 años con mi cuerpo de 50. No me duele nada. Nada mas, que no reconocerme todavía en la tipa que me mira en el espejo sin photoshop del baño. Quiero tener la certeza de no preocuparme por lo que quiero escribir y cómo lo hago.
Quiero tener mas tiempo para que el conjunto de naderías que puebla mi rutina, pueda nadar a gusto en el mar de mi preciosa existencia. Amable existencia que se resiste a dejar el penúltimo lugar de la fila.
No hay comentarios:
Publicar un comentario