Es curioso cómo la supuesta fortaleza a veces viene del aislamiento, del no haber sido expuesta. Siempre me sentí fuerte, por encima de los golpes bajos, una sartén de teflón (de las buenas!). El mundo cotidiano, para los mortales; para mi, las rosas de una vida amable.
Este año comenzó con un estruendo, el terrible estruendo de la burbuja rompiéndose sobre mi.
La ventaja de vivir en las nubes, lejos de la realidad fea (la otra, es mi guarida), es que permite que todo lo que me atañe tenga calidad de Prime Time en mi vida, el resto son infomerciales que veo a través de mis pensamientos, siempre centrados en mi pequeño universo. La desventaja, es que cuando te llega la otra realidad te agarra desprevenida. Cuando, casi estrenando año nuevo, tuve el odioso incidente del primer crack, pensé que lo superaría en unos cuantos días. No fue así.
Lo recuerdo siempre. Siento que se ha sembrado en mi como una maldición; yo, que me declaro agnóstica, estoy hablando de "maldición", lo que, de otro modo, no debería tomarlo como contradicción: no soy atea. La duda me da el privilegio de abordar mi espiritualidad con esos matices.
Hasta he probado una especie de conjuro cada vez que me asalta el recuerdo. No estoy segura si está resultando pero no puedo negar que me da un aire estrambótico que combina muy bien conmigo.
Así las cosas, sucede lo del asalto. No voy a negar que este golpe me agarró bien parada, tanto que pude devolverlo (literalmente) multiplicado, sólo habría que preguntarle al choro. Es más, creo sinceramente que el sujeto recibió lo que le tenía guardado a la bruja. ¿Liberador? , un poco ... pero no suficiente.
Desde el asalto no he salido fuera de los linderos de mi aldea periférica. No ha sido necesario para sentirme secuestrada por el miedo.
No puedo sentir pasos detrás mío sin que el terror me erice la piel y me ponga a sudar como maratonista. No sé qué hubiera pasado si me tocaba la experiencia que cuenta Lu en su comentario del post anterior. Ojalá no tenga que saberlo nunca.
Debo reconocer que, aunque suene antipático, me siento como el superhéroe que pierde sus superpoderes. Antipático porque a todos nos golpea la vida y un entuerto con una bruja y un asalto, no son necesariamente como para pedir clemencia de rodillas; no quiero sonar, encima de antipática (que lo soy) , exagerada (que ... cielos, también lo soy!!), porque he tenido golpes verdaderos ¿qué clase de vida sería la mía si a mi edad no los hubiera tenido?, pero han venido de la propia vida, no de la maldad.
Siempre me he sentido con "buena estrella" o, en el peor de los casos (días pesimistas, que también los tengo) alguien lo suficientemente inofensivo como para provocar que los dioses juegen conmigo, no sé si me dejo entender.
Otra ventaja de vivir en las nubes, es que las ofensas y ciertas "malas leches" no llegan por estas alturas. Bueno, a veces, asoman.
Todo esto para decir que me siento horrible, y no es que esté parada frente al espejo o sentada en la peor silla de la casa (sí: je je) ... pero es como estar sin la capa (estoy segura que Superman si entiende esto) en medio de un cielo no tan propicio, y... antes de caer en picada, probaré un poco de mortalidad: me lavaré la cara, alzaré el volumen de la radio, me serviré el segundo café de la mañana y atacaré a los fantasmas con las filudas puntas de mis palitos de tejer.
jueves, 23 de abril de 2009
viernes, 17 de abril de 2009
Sin tiempo para nada
Pasadas las vacaciones por el cumple del Hombre y la Semana Santa, los días se han vuelto insoportablemente cortos. Tengo un montón de lanas esperando por ser convertidas en "arte textil" (¡chompas!), tres juegos de palitos de tejer con sus respectivos trabajos a medias y grandes expectativas por lo que terminarán siendo. Eso me tiene alejada de la máquina ... la limpieza, el lavado, la cocina y las dos cajas que quedaron sueltas por la sala luego del último acomodo por la llegada del nuevo televisor que obligó a alterar el mueble que cobijaba al anterior.
En ese estado de cosas, ayer me robaron.
Gamarra. Fui con mis hermanas y mi sobrina en busca de las plumas para mi vestido strapless que me pondré esta noche, y luego de caminar por el "emporio", felices de ver tantas cosas lindas y baratas, tomamos un taxi. Íbamos cotorreando de lo lindo por las compras cuando fuimos atacadas por tres tipos (después nos daríamos cuenta que fueron más los que deambulaban por ahí), uno de los cuales metió medio cuerpo por la ventana del copiloto, donde estaba mi hermana y apagó el carro, felizmente el taxista reaccionó y no le permitió sacar las llaves. Fue entonces que escuché un grito a mi lado, era mi otra hermana que luchaba para que otro tipo no le abra la puerta desde la ventana del conductor, inmediatamente y como una alarma que se activa, yo también comencé a gritar, pero no fue lo único que hice.
Viendo al tipo que se había metido por la ventana del copiloto y luchaba con el taxista por las llaves, prácticamente encima de mi hermana, empecé a disparar una artillería de golpes a su cara, intenté jalarle el pelo pero lo tenía muy corto, le torcí la oreja de mil modos, mientras seguía dándole de golpes y gritaba al mismo tiempo. En ésas estaba cuando vino un tercer tipo y por la ventana de adelante abrió la puerta de atrás, donde estaba mi sobrina (veinteañera, jamás llevaríamos niños a Gamarra!) y tranquilamente me arrancó el canguro. Eso los alejó.
En medio de nuestros gritos que no se habían dado cuenta que los choros ya se habían ido con el botín (mi cangurito, recuerdo de Ecuador y la cartera de mi hermana, que estaba sentada adelante), el taxista pudo arrancar. Salimos disparados presas de la conmoción, los carros que pasaban a nuestro lado le recriminaban al taxista "¡cómo las traes por acá!" y otras cosas, pero creo que no había otra salida. Ya en camino a casa el taxista se lamentó de no haber llevado su revolver, resulta que era policía. Nosotras en realidad estábamos aliviadas, porque con un arma de por medio quizás las cosas hubieran empeorado en lugar de mejorar. En todo caso y después de todo, tuvimos suerte. O, talvez nos tocaron unos choros novatos que se intimidaron con nuestros gritos y por eso no usaron más violencia, porque el asunto fue "limpio" si se me permite la expresión; se llevaron lo que querían, sin golpes, ni insultos, ni toqueteos. Cuando pienso que pudieron cortarnos o algo por el estilo, se me eriza la piel.
Perdimos dos DNI, mi tarjeta, mi cel, llaves y los veinte soles de emergencia que siempre llevo con mi DNI ... y mis anteojos. Estoy escribiendo con unos antiguos que por lo menos me evitan el tener que digitar al tacto. Todas, cosas recuperables, menos el espantoso momento.
Un consuelo, gastamos hasta el último centavo (menos mis 20 de reserva) y todo lo que compramos estaba en la maletera ¡qué bueno que hicimos caso al taxista que nos insistió en no llevar bultos para evitar ... ¡¡que nos roben!!
Lecciones.
En primer lugar ¡nunca más ir a Gamarra!
... Ok ... todos sabemos que sí lo haré, entonces unas simples precauciones no están de más.
*No llevar las llaves de la casa, no sé por qué las llevé si en casa siempre queda alguien, llaves+DNI=invitación a casa para el choro, sólo faltaría la alfombra roja!.
*No llevar tarjetas, yo pensé que era mejor sacar el dinero allá mismo para no exponerme en el camino pero si te van a robar, mejor que sea efectivo y ahí quedó el asunto, felizmente el Hombre arregló eso al toque.
*Tomar auto y no station, si hubiéramos tomado el taxi anterior que nos pedía demasiado lo habríamos perdido todo porque no hay dónde esconder nada e igual rompían las lunas.
*No oponer resistencia, fue una tremenda imprudencia de mi parte agredir al tipo, puse en peligro a mi hermana precisamente tratando de defenderla, ¿no dicen que el infierno está lleno de buenas intenciones?
En cuanto a los gritos, creo que sí ayudaron, llamaron la atención y siento que de algún modo neutralizó el asalto. Ahora me revienta el no haber gritado ¡ahí viene la policía! para dar unos segundos al conductor y salir disparados, alguna vez escuché que eso había salvado a alguien.
*Es preferible morirte de calor y no bajar las ventanillas, mi hermana iba con la luna a la mitad y eso ayudó a que el choro meta el cuerpo. Aunque finalmente rompan la luna, no hay por qué darles la mínima ventaja.
*Fijar la ruta con anterioridad, a veces los taxistas podrían ser cómplices. En nuestro caso creemos que no y el hecho de haber neutralizado al que quería sacar la llave impidió que perdiéramos también las compras, eso sí que hubiera sido devastador! (sí, qué frívola pues!).
En vista de que ya casi no veo por estos lentes que no son de mi medida y encima tengo que preparar mi producción para el matri de esta noche (¡la vida continúa y pienso tomar como cosaca para expulsar el miedo!) continuaré con las lecciones en otro momento o es que ya no se me ocurren más.
Estoy en un estado de paranoia total, el menor ruido me altera. Anoche tuve que recurrir a mi antidepresivo favorito: dormí con el niño. Nada como sentir el dulce olor de su cuellito, la marea de su respiración en su pancita, su mano en mi cara, su preciosa mano espantando pesadillas y rateros no tan avezados. Amanecí como imagino que será el paraíso, mi propio paraíso:
triple cuchara con el niño y el Hombre a mis lados. Mis aliados, mis justicieros.
Esta mañana, antes de ir al colegio, el niño me dio dos monedas de diez céntimos,
-Mamá, disculpa que no tenga más, pero como te has quedado sin platita ...
Hay cosas que los rateros no te podrán robar jamás.
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