miércoles, 18 de marzo de 2009

Tirándome la Pera*

El niño se puso mal. El lunes, después de dos días disfrutando (y bebiendo!) del mar, regresó del cole y me dijo "mamá, me siento mal". Como siempre, sospeché que quería saltarse el almuerzo para jugar y como nunca, le dije que no había problema, que almorzaría después. En ese momento debí darme cuenta que la falta de reflejos míos ante la "flagrante mentira" del niño era un presagio de que nada era como siempre.

A los cinco minutos, el niño entró al cuarto y vació todo el océano que se había tragado el fin de semana. Le dije, aliviada, que seguramente el heladito que le invitó su compañero a la salida del cole y que me confesó haber comido, le estaba pasando factura. "No te preocupes, mi amor, ahora te sentirás mejor". Le preparé un té digestivo que devolvió a los dos minutos. En total, vomitó tres veces antes que llamara a Aló Rimac. Resumiendo: lo llevamos a la clínica, donde pasamos la noche.


Tenía un cuadro de deshidratación que ameritaba internamiento, nos dijo la doctora. El Hombre me miró, lo miré y ambos miramos al niño. "¿Me voy a quedar?", preguntó con un hilo de voz. Enseguida se puso en funcionamiento esa maquinaria con la que venimos dotadas las mujeres y que se activa en cuanto la más mínima cosa relacionada con nuestros hijos se manifiesta. Yo juraba que no lo tenía, es más, algunas veces dudo seriamente haber sido embalada junto con semejante aparatejo. El lunes estuvo ahí.
Con mi mejor sonrisa, la misma que uso para sacar a los chicos de paseo los domingos ante la inminencia de un torneo de PS2, le dije al enano: "¡Qué bacán!, nunca nos hemos quedado a dormir en una clínica!", el niño enseguida me devolvió el entusiasmo (¡tenía que ser hijo mío!) y agregó

-"¿te quedas conmigo?"
-¡Por supuesto, ni loca me lo perdería!

Llegó el momento del piquete para la "vía" en el dorso de la mano, buen momento también para aclarar que soy la mujer más cobarde del mundo, la sola vista de una aguja me deja con temblores por varios días. Imaginar que le clavarían semejante agujón a mi muñeco me puso como gelatina. Usamos la técnica del soplido, inventada por el propio niño para las vacunas anuales contra la gripe, consiste en concentrarse en soplar mientras lo clavan a uno, así el piquete pasa borroneado y ¡en verdad funciona! Yo aproveché para sujetar su carita y besuquearlo mientras me soplaba la cara, ¡todo tiene un lado bueno ...!
Cuando terminó el asunto y mi hijo estaba con la sonda esa, le dije:

-¡Ahlaa, te pareces a Cyborg!

Él me miró sonriente, busqué al Hombre, para compartir el momento Kodak ... había desaparecido ... ¡hombres!

En fin, tuve que regresar a casa por algunas cosas, la verdad es que una vez llegada a la casa no tenía idea qué michi llevar. El enano me había pedido la cámara para mostrarle a sus primas cómo lo habían hincado. Metí en la mochila cinco muñecos de Star Wars, las cartas con las que jugamos al "Poto sucio" y los cepillos de dientes.

Una vez instalados en la habitación, le tomé un par de fotos mientras dormía, es entonces cuando sentí algo "extra" en el cuarto; el terror en la cara del Hombre. Distraída como estaba en minimizar el asunto y voltear la tortilla de los acontecimientos con el niño, no había reparado en lo asustado que estaba el padre. Lo malo es que el susto es contagioso.

Hay lecciones que uno no quisiera aprender nunca. Por ejemplo, podría pasar el resto de mi vida sin saber lo que significa vivir la enfermedad de un hijo, me refiero a una verdadera, no a una deshidratación que es perfectamente manejable en su momento. Yo no quiero ir a esa escuela. Prefiero la ignorancia. No quiero aprender a controlar el pánico de ver a un ser amado enfermar, sufrir, morir, para poder cuidar, acompañar, llorar.
Hay veces en que la ignorancia es preferible a la barbarie de la certeza, de ciertas certezas.

El niño está bien. Al día siguiente ya estaba pidiendo pizza americana por el intercomunicador a la enfermera. Para agilizar el trámite de alta, me acerqué a la estación de enfermeras y les dije "el niño ya sabe que está de alta así que si no se apuran les va a dejar la habitación como si hubieran pasado los Rolling Stones de los setentas". Me pasaron la factura al toque.

Es por eso que soy tan despistada para los asuntos cotidianos, por lo mismo que beso y abrazo a mi enano todo el día, que me gasto la plata en juguetes y dejo de pagar el cable, que vivo en "mi mundo" como dicen mis hermanas; porque una nunca sabe por que traidora esquina podría cruzarse con alguna "lección de vida" no solicitada. Felizmente, esta pequeña lección ya la aprobé.

(*Expresión usada cuando se falta al colegio sin justificación, algo que jamáaaas he hecho en mi vida ...)

9 comentarios:

El Chico Nube dijo...

Oh, pero qué buena mamá. Me has recordado a la mamá del comercial que hace caritas con la comida para animar a su hijo a comer. Yo me hubiese puesto frío y verde como el hombre, mudo sin saber qué hacer. Si con ver una aguja ya digo "ay".

En todo caso, lo importante: tu enano ya está bien y pensemos que esas lecciones de vida nunca llegarán.

Beso,

Damian dijo...

fabu no sabes como envidio esas experiencias, no se si las tendre algun dia, o quizasnunca lleguen, se que es divertido y chvr estar solo pasandola bien, pero vamos que me pierdo cosas, experiencias como la tuya.
q bueno q se mejoro, un abrazo

Unknown dijo...

ya entiendo porque eres uno de los blogs favoritos de mi flaco.
le mueves el bobo, que impotencia y dolor habras sentido por tu nene, pero ¿ya esta bien no?

FabuMona dijo...

*Nubecito,
¿te parece? confieso que tu comentario me dejó pensando (eso es muuuucho, nubecito!) y he llegado a la conclusión que tendrías que conversar algún día con el niño que a veces no piensa lo mismo (me too!).
Besitos!

*Damian,
insisto en que no tienes por qué limitarte, el mundo evoluciona y con él las familias.
Nosotros estuvimos solos, pasándola chévere, por ocho largos años antes que llegue el enano, si pues, ya nos tocaba!!
;?)

*JaimeX,
el niño está tan bien como siempre. A veces se me ocurre que los niños se nos parecen a las mujeres con una variación:
"si no joroban, están enfermos"
Besos!

ando... dijo...

Las lecciones de vida llegan siempre, pero es mejor entender la idea antes de que algo irreparable ocurra.

Bonito post. Ya pues, devuelveme los coments.

Besos

Rolando Escaró dijo...

vaya aventura,al menos el pequeño lo vivió así gracias a tu compañía.

no hay duda que tener un hijo te cambia las perspectivas por completo...

chica diez dijo...

espero que el peque ya este super recuperado... realmente eres una mama de lujo!

Anónimo dijo...

Querida Fabu, qué rico es vivir en ese tipo de ignorancia. Qué utopía más grande, pero más deseada.

Mi hija mayor ya ha pasado dos operaciones de muy chiquitita, y he tenido que aprender a aparentar ser muy fuerte, racional y paciente. Creo que ella sabe que realmente no soy asi, pero es tan linda que me hace creer que soy la mejor. Ella me enseña a ser mamá.

Un abrazo,

Lu
Mamá de DOS chancletas

Raymunde dijo...

Te deseo, y me lo deseo a mí también al mismo tiempo, que hayan lecciones de vida que sigan siendo pura teoría. Sí, efectivamente, en ocasiones, la ignorancia da la felicidad.

¡Pobre Hombrecito!

AbrazoS