lunes, 20 de octubre de 2008

A dos horas de Lima

Fin de semana en el campo. Con pera del enanito incluida (faltó al cole el viernes) es que a veces hay cosas más importantes. Como tirarse de cara al sol en el césped del jardín, columpiarse alocadamente, comer helados, jugar en la Plaza y, cómo no, treparse al cerro que está frente a la casa y regresar hecho un asco, para delirio de la sufrida madre que en estos momentos escribe mientras la lavadora se encarga del estropicio.
Con libro también, y grandes expectativas por leerlo de un tirón, algo que ya había comenzado a hacer aquí, sin necesidad de la paz del campo, sólo con la paz de saber que no se está haciendo lo que se debe, pero si lo que se quiere.

Allá no pude leer ni una línea, bueno, quizá un par, pero no del modo en que lo imaginé: tirada en la hamaca, con la suave brisa primaveral que de rato en rato deja pasar algún efluvio marino. Naca-la-pirinaca, para usar una frase cuya traducción desconozco (sea cual fuere el idioma del que provenga, seguramente ninguno oficial) pero que la uso con suma frecuencia.
El niño creyó que la diversión se refería sólo a él, y mientras yo trataba de acomodarme en un rincón pacífico para proceder a la lectura de El canalla sentimental, que tan amorosamente me regaló el Hombre en compensación por el libro de cumpleaños que nunca llegó a atraparme y que está haciendo cola en la cabecera, a la espera que termine la canallesca lectura que hoy me ocupa, el niño, decía, no cesaba de distraerme con el mínimo detalle de cada uno de sus pasos por la casa, y el pedido imperativo de llevarlo a cualquier hora del día al Play del Boulevard de Chancay, que no es otra cosa que un callejón lleno de cabinas de internet y juegos de PS1 y 2, adonde disfruta llevarme mientras reniego y lamento haber ido al campo a hacer lo que podría hacer en casa y sin tener que pagar por ello.
No lo lamenté mucho después de todo, porque pude despachar un par de correos y, terminado el asunto, empujarme (disculpen la expresión, pero es la que cabe) un helado de crema volteada y un dulce de camote que mi mami nos hacía cuando éramos niños, y que curiosamente encontré en una vitrina salida de una casita que ofrecía postres caseros en plena calle principal del pueblo.

Regresamos el sábado por la tarde debido al estado anímico con que el Hombre contestó una de las diez mil llamadas que le hice en los dos escasos días que estuvimos fuera. Me pareció percibir demasiada alegría en su soledad, y, esa insistencia insolente para prolongar nuestra estadía hasta el domingo ... no, en ese preciso momento decidí que ya estaba bueno con el relajo y el aire campestre: enano, nos vamos a casa! y el susodicho feliz, porque ya se le habían acabado las monedas que le había dado para el Play.

Para celebrar nuestro regreso, ayer el Hombre preparó unos deliciosos fetuccinis en salsa de Ocopa, con bistec y debidamente acompañados de un Concha y Toro (cabernet sauvignon) como es costumbre en esta casa y para gracia de los que ven por primera vez tomar vino a mi cachorrito, con tanta naturalidad. La mami del Hombre preparó turrón, una receta única y absolutamente deliciosa.

Yo, no hice más que deambular en busca de un rincón en donde descansar de los días en el campo.

6 comentarios:

natalia dijo...

Eso es lo que pasa cuando planeas algunos días de relajo: no pasa.
Y como hace esos tallarines con la salsa de ocopa?
Dile al Hombre qe se juegue la receta.
Que ahora me tengo que hacer yo mi comidita.

Raúl de Usvult dijo...

Travelling Mona

A dos horas de Lima suena a "un minuto de tí..." de aquella canción de Duncan Dhu.

Mientras tanto yo continuo escuchando Pink Floyd "Learning to Fly".

Espero que para la próxima disfrutes mucho más tu alejamiento de la ciudad.

Bien por el vino, pero dadas las características de la salsa, un maridaje excelente lo hubiese efectuado un Merlot.

Raúl De Usvult

El Chico Nube dijo...

¿Y qué tal El canalla sentimental?

Marysol Salval dijo...

Ay, Fabu...Recuerdo muy bien Chancay, la familia de la ex de mi hermano tenían un hotel ahi, tal vez lo tienen todavía. Un lugar estupendo donde pasé unos Años Nuevos de miedo.
Te envío un abrazo y el deseo de que te recuperes bien de tu descanso campestre.

FabuMona dijo...

*Nata,
el Hombre tiene su estilo; cuando cocina tiene abiertos varios libros, la computadora en una página ad hoc ... y al final hace lo que le da la gana!
Nadie se queja.

*Barón,
"Antes de 3 lunas volveré a por ti
Antes que me eches de menos
Dejaste vías muertas tendidas al pasar
Nunca te he esperado tanto ..."

El maridaje, en esta casa, lo impone el bar, no somos tan exquisitos como para dejar de tomar vino sólo por no tener el indicado, además, el indicado siempre será el que tengas a la mano ¿no? je je je
;?)

*Chico Nube,
El canalla, tan delicioso como todo lo que sale del ex-flaco.
(en este blog, se lo ama sin condiciones ... y nada de arrugar la naríz!)
Te dejo porque tengo que regresar a leer tu blog, que lo único que leí está bien gracioso!

*Mary,
los Años Nuevos de miedo los pasé en Cerro Azul ... pero esa es otra historia.
Gracias por los sinceros deseos, se sienten hasta acá.
besos!

Raúl de Usvult dijo...

Dear Mona

A veces la exquisitéz hace que pierdas momentos exquisitos, no obstante cuando ambos se juntan la perfección brilla tal cual.

¡Cerro Azul! un lugar de ensueño en donde he vivido experiencias de miedo y también de sublime afecto.

Cerro Azul merece un lugar en este divertido espacio.

Raúl De Usvult