jueves, 2 de octubre de 2008

¡Comerás el pan con el sudor de tu frente!

Acabo de regresar del mercado. La vida cruel me empuja nuevamente (muy a mi pesar) por esos rumbos y no es que no me gusten los mercados, ¡los adoro!

Me gusta ir los fines de semana (¡que eran los únicos días que cocinaba!) acompañada por el enanito y husmear por las novedades de los vendedores eventuales, esos que recorren mercados llevando baratijas que suele aglomerar señoras frenéticas en su entorno, menaje de cocina: vasos, platos, cucharones de madera ( me encantan!), juegos de ollas, también están los vendedores de saldos de exportación: polos a 5 soles, ropa interior. A veces se aparece algún vendedor de cebo de culebra y yo cruzo al frente porque detesto esos bichos!

El Hombrecito descubrió (¡encantado!) en el mercado, la existencia de los Lego-bamba, y ahora tiene que acompañarme cada vez que voy; entonces saca una moneda de su monedero (guardado celosamente en el cajón de ropa interior) y sale dispuesto a traer a casa un muñequito de medio sol y con el vuelto siempre se las ingenia para comprar alguna otra cosita novedosa que vea por ahí.

No voy al mercado de mi barrio, todo es más caro según mis hermanas, voy a uno que queda en las afueras de la urbanización, es una calle tomada por los vendedores, que suele estar repleta de gente por las mañanas (casi todas vecinas de mi barrio, atraídas por los bajos precios!), ahí una encuentra de todo y tienes tus caseras que siempre te dicen "preciosa", o "linda" o "mamita" y a mi, que me gusta que me engrían, no me queda más que pararme frente a ellas y, después de recibir el cariño de su saludo, seguir mi camino casi siempre sin comprar nada.
Hasta ahora.

Resulta que mis hermanastras, celosas por mis mañanitas mías-de-mi, se han confabulado para no darme más menú y así ponerme de bruces ante la cochina realidad de todas las amas de casa: enfrentarse al entuerto del "¿qué cocinaré?" diario.
Lo que pasa es que, como el Hombre almuerza en el trabajo, a mi me pareció muy práctico eso de encargarle a una de mis hermanas (la que estaba más cerca y distraída en ese momento) que me diera menú, al enanito y a moi, se entiende. Todo bien, todo suave. Hasta que mi hermana se aburrió del asunto (¡y cómo no hacerlo!) y de la noche a la mañana me dejó ante la incertidumbre de matarnos de hambre o matarnos envenenados ... que es lo que sucederá cuando empiece a cocinar ... en cuanto termine de perpetrar ésto.
Pero no se crea que nunca cociné, si hasta fui yo la que inauguró la moda de los menús con otra de mis hermanas (tengo un montón!), ésos fueron días curiosos.

Recuerdo que me esmeraba mucho en la elaboración del menú y tenía la particularidad de ir contra la infausta costumbre de empezar la semana con las consabidas menestras de la prosperidad (será para el que las vende, porque nunca cayó por aquí!) y yo solía comenzar la semana con uno de mis platos favoritos: Lomo saltado. Es una de las pocas cosas (en cocina!) que me sale bien, creo que muy bien! Me parecía estupendo comenzar la semana con algo tan festivo y delicioso, como para darle una buena bienvenida, que es lo que todos deberíamos hacer ante una semana nuevecita. Claro que ensuciaba la cocina como hombre! (no se atrevan a negarlo: los hombres ensucian como si supieran - y lo saben- que ellos no van a limpiar!) y para cada paso era una sartén aparte y ... no importa! yo recibía a mis comensales con un riquísimo Lomo saltado, con las papitas crujientes, la cebolla regordeta y dulce, el tomate entero, los champignones (¿qué, no lleva? yo le pongo!), y ... no puedo seguir! ... es demasiada la emoción!!

El negocio del menú iba estupendamente bien, hasta que el Hombre descubrió cuánto le cobraba a mi hermana por el despliegue de mis habilidades culinarias: una bicoca! (¿se escribirá así?) osea, casi nada! Yo estaba feliz porque me sentía remunerada, pero el Hombre me hizo notar (con exceso de drama, hay que decirlo!) que las compras él no las hacía en el mercadito barato si no en Wong! y aunque ahí también te engríen, a diferencia de la casera del mercado, ese engreimiento, te cuesta!!
Hasta ahí llegó mi gran negocio.

Ahora, de regreso a las ollas y sartenes, ya planifiqué mis tres primeros menús para 2: el inocente niño y su atribulada madre. Me sentí muy bien comprando nuevamente, y con tanta técnica,

-caserito, dame esas cosas moradas

-salen las beterragas para mi caserita preciosa!

-(tenue rubor, pestañas batientes)

-también me pones esos ramos verdes gordos

-¿cuanto de brócoli, linda?

-tu ve casero!


Es bonito jugar a la cocinita de nuevo, lo que no es bonito es que no sé hasta cuando mis hermanastras persistirán en darme una lección de vida.
Yo no necesito lecciones de vida, en todo caso un par de lecciones de cocina o una hermana arrepentida que me acepte nuevamente como comensal, que eso si me sale bien!

8 comentarios:

JoseLo dijo...

acabo de leer y no tienes idea de como misjugos gastricos se pusieron en accion, hasta siento como se comen mi estomago y se achica, al menos banda gastrica ya no necesitare

es casi la una, muero de hambre en mi nueva oficina ( no te conté que cambié de trabajo ) y recien ire a almorzar en 2 horas
la vida da hambre


Soy el primero!!!1
como dice ando cada vez que me comenta
jajaj

Lo soy, no? :S

Anónimo dijo...

Que buena esa: En Wong la amabilidad cuesta, en los mercaditos "es gratis"... yo diría que cuesta un poco menos.

Te aconsejaría la comida por kilos de los super, pero no creo que debas privarte del "que le vendo linda caserita".

ByE

Marysol Salval dijo...

No sabes como extraño ir al mercado! Me gustaba todo, los puestos con verdura y frutas frescas donde una podía elegir a su antojo, y las caseras!... Lástima que de eso no hay por aqui. Y el lomo saltado!...Hace mil años que no saboreo uno bien hecho. Tendré que esperar a ir a Perú, y para eso, pasarán muchas lunas.
Como siempre, disfrutando de tus escritos. Un besito, estimada Fabu.

Rolando Escaró dijo...

debo confesar que parte de tu post me abrió el apetito...

imagino que no hay mayor talento que el saber cocinar (lo dice alguien que pasó un bueno tiempo comiendo atun,fideos y algunos precocidos)

Raúl de Usvult dijo...

La Femme Mona

¡Interesante comentario!, el mercado, la plaza como decían los antiguos, suena algo tan lejano en estos días de super-consumismo e individualismo.

Había una vez un mercadito en una calle, luego los comerciantes compraron las casas de la calle, luego las llenaron de mercadería, con el pasar del tiempo vino una supercadena internacional y compró todas las tiendas, las derribaron y levantaron una inmensa mole de concreto, acero y dry-wall, habilitaron una enrme playa de estacionamiento y la repletaron de cuanta cosa existe para vender y así acabaron con ese lugar de encuentro cotidiano de los vecinos, adiós al "me encontré con fulanita y menganita en el mercado", ese "hola caserita", "le regalo esta bolsita", "llévese estas florcitas", ese "dame un sol de esto o aquello", se acabó "dame una yapa" y "una rebaja", se acabo ese trato ameno entre el consumidor y el vendedor, todo fue reemplazado por la plástica sonrisa y los lemas elocuentes "donde comprar es un placer", "precios más bajos siempre" y las anfitrionas anoréxicas y esto es un verdadero problema social que afecta a todas las ciudades modernas de América, si esto es sinónimo de modernismo ¿Porqué los europeos conservan sus "market places" antiguas?, les invito a investigar Covent Garden en London City o La Boquería en Barcelona y ni que hablar de los mercados parisinos como el D'Aligre.

El colorido de los mercados cada vez se hace más tenue, y lo que es peor, existen zonas en donde ya ni existen y otras en donde jamás existirán.

Requiem por los mercados, en sonido de órgano.

Raúl De Usvult

ando... dijo...

Despreocupate Mona, en un par de semanas le pediras menú a la distraida de mi madre y eso pondrá fin a tu aventura culinaria.

Más bien, me ha dado hambre.

FabuMona dijo...

*Joselo,
Efectivamente: eres el primero! y tu premio es:
Que tu comentario salga antes que los demás!
ja ja ja

*Sonqo sua,
mientras averiguo qué significa tu nombre,jamás me privaría de unas palabras amorosas, aunque no sean sólo para mi!
(¡me encanta comprar en Wong, porque yo no pago la cuenta!)
ByE

*Marysol,
no puedo creer que no tengan mercaditos de barrio por allá!!
Ojalá puedas darte una vuelta por aquí sin que tengan que pasar muchas lunas.
Besos!

*Digler,
Totalmente de acuerdo! ya te contaré cómo anda mi talento culinario (¿creo que sonó un poco raro, no?)
Saludos!

*Barón,
... que suene el órgano!

*Ando,
¿"cómo es" para que le pases mensajes subliminales a tu madre que hasta ahora se hace la tuerta?
;?)

Anónimo dijo...

Hola Mona, me parecio interesante tu nueva historia. Recorde cuando hace ya 20 años (talvez mas) yo iba al mercado a hacer las compras para cocinar para un batallon (eramos batallon de 8!). Recuerdo un comentario de mi comadre (tan adolescente como yo en esa epoca): al menos el arroz blanco te sale rico! y yo me senti "elogiada". Para suerte mia, y la de mi familia, me jubile a lo 20 años! y nunca mas regrese (y ojala no regrese!!!!). Besos, Mary Z.