martes, 15 de julio de 2008

¿Te sirves un platito de Cuy?

Mi primer encuentro con el Cuy tuvo que esperar por un momento propicio y un escenario adecuado. Tipón, Cusco, Marzo del 2oo7. Nuestro primer viaje a la tierra del Imperio Inca.
El Hombre si que conocía las bondades del Cavia porcellus, para los amigos: Cuy.


Todo había salido estupendamente, nos quedamos un día extra en Cusco para incluir el acontecimiento de mi primera experiencia culinaria con un roedor (!!!!) en "El Sitio", osea, Tipón. Aprovechamos para visitar el Parque Arqueológico del mismo nombre, una experiencia muy recomendable. No está incluido en los tours "oficiales" así que hay que ir por su cuenta y contratar los servicios de un guía local, algo despistado pero cumplidor. El sitio es encantador, precisamente porque no encuentras las hordas de turistas que abundan por todas partes. El día que fuimos sólo había otra pareja en el lugar, peruanos como nosotros. Qué fantástico es estar en un lugar tan magnífico y disfrutarlo casi en exclusividad, un verdadero lujo.
Terminado el paseo por las terrazas del Inca Wiraqocha, se acercaba el momento tan esperado ... por cualquiera menos por mi! a esas alturas yo ya estaba totalmente arrepentida de haberle pedido al Hombre que mi primer bocado de Cuy sea espectacular. ¿Puede haber algo más espectacular que probar el dichoso roedor (más !!!!!) en un lugar tan mágico?
Ahí estaba este pechito (que en ese momento hubiera preferido un kilo de papas crudas!!) demorando el momento según yo por que el lugar-sagrado-de-mis-ancestros-me-atrapaba-y-no-me-dejaba iiiir pues!!!

-Amor, mira que lugar tan lindo, quedémonos un ratito más!
-Si, pero acuérdate del cuy!
- ...

Yo miraba las espléndidas terrazas, los Apus al fondo, el Inti en el cielo ... socórreme Wiraqocha!!
Ni modo, hicimos el descenso en silencio, el Hombre no decía nada, respetando mi emoción del momento, es que todo el viaje al Cusco me la pasé diciéndole que seguramente yo había sido en mi otra vida una linda Ñusta (Si pues, en mi otra vida debí ser... Ñusta!) y que éste recorrido que hacía lo era más para mis adentros que para mis afueras, gran rollo!

Llegamos al restaurante.
El mozo diligente nos sugirió "el plato", el Hombre me miró asentando con la cabeza, y yo al mozo:

-Es la primera vez que voy a comer Cuy!
-Está usted en el lugar indicado, señorita.

Y se fue feliz, yo, no tanto. Le dije al Hombre que iría al baño a lavarme las manos. Se levantó de la silla como corresponde a un caballero ... No, creo que no fue así, sólo dijo: "apúrate!"
Pasaron los minutos y yo no conseguía sacar más mugre de mis manos, como tampoco una gota más de pis de mi ... bueno! la cosa es que me fueron a buscar por si me hubiera sucedido algún percance.

-Estoy bien, ya salgo.

Tuve que dejar el baño, maldiciendo a la madre Naturaleza por no mandar temblores cuando una los necesita.

-¿Todo bien mi amor?
-Si corazón.

No termino de sentarme y el mozo de la sonrisa Kolynosista (¿se escribe así?) se aparece cual Ekeko haciendo malabares con los platos. Servido señorita!

-Wooow!
-Se ve bien!
-Wooooooow!!!

Ese día comprendí lo que es llorar para adentro. Delante mío estaba un plato enorme, con un Cuy ídem, abierto con las patas extendidas como Túpac Amaru, la cabezota tostada con un ají en el hocico ... mi vista fue en dirección contraria a la cabeza en busca de un asomo de co ...
No había tal, por supuesto! pero para el momento ya las lágrimas rodaban suavemente por mis mejillas, las mismas que sequé inmediata e imperceptiblemente. El Hombre nunca se dió cuenta ( o tal vez si, y ese fue su momento supremo en todas las perradas que me ha hecho...! Noooo!).
Con el corazón batiente a mil por hora, me dispuse a probar bocado. El trámite del primero duró lo que tenía que durar por tratarse de una "primera vez". Miraba al hombre, miraba el plato, miraba al Hombre, miraba el Cuy. Cerré los ojos y probé bocado.
...

-Hey! ésto está delicioso!
-¿No te dije?
-¿Te puedo pedir un favor?
-Siiip!
-¿le sacarías la cabeza y las ... garras? (Glup! trago amargo)
-Claaro mi amor!!


El domingo, como todos los domingos (o casi, tengo una vidaaa!!) estuve viendo a Jaime quien entrevistó a la pareja de moda (no sé por qué, ni tiene caso saberlo, es un hecho!) y la conversa (de lo más sabrosa para el chismoseo, hay que decirlo!) se desvió en algún momento por el famoso cuy. Entonces recordé este pasaje de mi vida que ilustra de manera real y simple que las cosas que hacemos por amor, no tienen por qué ser épicas, ni mayúsculas, necesariamente. Tan simples como que el Hombre de tu vida te lleve de viaje a una ciudad soñada y te invite a comer un humilde Cuy.


4 comentarios:

Kat dijo...

como para sacarte cachita
HOY ALMORZARÉ CUY
porsi a mí me gusta el estilo ancashino, es más rico..
aunque en Hyo hay cuy broaster, incluso recomiendo un local que queda muy cerca de la Plaza constitución...
saluditos y gracias por visitarme

Raúl de Usvult dijo...

¡JAMAS COMERE CAVIA PORCELLUS!
¿De ahí proviene el apellido Porcel?

FabuMona dijo...

Bueno, la verdad es que el Hombre amenaza con comprarlo en Wong donde dice que lo venden sin patas ni cabeza (gran idea!) pero yo inmediatamente le digo que me vinieron unas ganas enooormes de comer ... cualquier otra cosa!!
Se me ocurre que no es más que otro desesperado intento por meterme al cubículo ese, creo que le llaman cocina.

Anónimo dijo...

Totalmente de acuerdo mi querida amiga, seria como comerse una mascota o quizas un hibrido de rata:) amen de otras razones personales yo solo como pollo o res, aunque confieso que si probe cuy solo por dar gusto a un antiguo enamorado al que le encantaba...ay el amor!.