Acabo de regresar de la reunión de comité de aula del colegio del niño a la que fui invitada en mi calidad de secretaria. ¡Una vaina total!
Resulta que a comienzos de año, empujada por un entusiasmo que a veces no puedo controlar y mi enorme bocota (hay que decirlo) fui la primera boba que levantó la mano cuando pidieron voluntarios para el dichoso comité. Todo iba estupendamente bien, la gente me amó instantáneamente, me propusieron como presidenta pero en un arranque de modestia que hasta ahora no comprendo, me ofrecí como secretaria. La única persona que conocía desde el nido se vio arrastrada por mi al puesto de tesorera y como presidenta una angurrienta que también es presidenta del salón de su otro hijo, en fin.
Primera actividad del comité: Día de la Madre. Este pechito se puso de pié y presentó su propuesta.
-"¿Qué les parece si este año hacemos algo divertido con las canastas?; cuando mi hijo estaba en el nido inicié una sanísima costumbre que después otros salones adoptaron: en lugar de las tradicionales canastas de víveres, sorteamos canastas de productos de belleza."
Grandes aplausos, vivas y hasta propuestas para la presidencia de la república. Todas comentaban con entusiasmo y proponían cremas, champús, bisutería y demás sonseras que nos alejen de la condición de cocineras y nos acerquen a la verdadera: las diosas de nuestros propios hogares. Mientras pasaba por las carpetas recolectando e-mails y teléfonos, todos me sonreían cautivados por esa manera mía tan fina de librarlos del sorteo para ser parte del comité.
El Hombre, que esa noche como nunca me acompañó, me dijo cuando regresábamos a casa que me las había metido a todas en el bolsillo. Yo sonreía feliz, con los bolsillos llenos.
Acercándose la fecha, me encontré con la presidenta (de la purita casualidad porque casi nunca voy al cole) y le pregunté cuándo nos reuniríamos para coordinar el asunto de las canastas. Me miró con su cara de "a mi no me conquistaste, querida" (creo que nunca me perdonó que la gente se entusiasmara más conmigo que con ella) y me dijo que teníamos que ir al mercado para averiguar los precios. ¡¿Al mercado?! Dijo ¿mercado? ... Whaaaaat?
-Perdón, pero ¿para qué tendríamos que ir al mercado?
-para averiguar los precios de los víveres, pues!
-¿víveres? ... pero no habíamos quedado en que ...
-ah! lo de los cosméticos; si, mira ... lo que pasa es que no todas estuvieron de acuerdo.
-(whaaaat?)
-es que estuve conversando con las otras mamás y piensan que no todas tenemos el mismo tipo de piel y los niños quieren sus fideos, osea los víveres! ...
-perdón pero ya habíamos acordado en la reunión
-es que te faltó hacer firmar el acuerdo
-pero si fue unánime!!
-mira, eso es lo que me han dicho
-y ¿cuando se reunieron?
-no, yo les he estado preguntando una por una
-...!!!
No lo podía creer, ¡había sido boicoteada desde mi propio comité!. A partir de ese día la volví a ver siempre acompañada por una bajita que la seguía a sol y sombra.
Tengo el horrible defecto de ser una insecta cobarde y sonsonaza así que la siguiente vez que pude abrir la boca para otra cosa que no sea asombrarme, le dije que mejor de las canastas se encargue ella y la (enana de merde) señora que al parecer hacía las veces de su asistonta o algo por el estilo. Quedamos en eso. Para el Día de la Madre, tres mamás de mi salón se fueron a sus casas con el mercado de la semana.
No entiendo a la gente, no entiendo a cierta gente. Después me enteré que efectivamente algunas (sólo algunas) mamás no estaban del todo de acuerdo (¿con las canastas? ¿con los productos de belleza? ¿con poner los productos dentro de las canastas?¿...?) pero que en ese momento se sintieron cortas de expresar su opinión y se contagiaron de mi entusiasmo y patatí y patatá. ¡Cómo oooooodio eso!. El típico "callo ahora, rajo después" que es el invitado de honor en casi cualquier evento en el que se deban tomar decisiones.
Si a la experiencia de ser madre se le pudiera extraer el asunto de tener que lidiar con personas con las que jamás te tomarías ... ni un poco de aire ... pero ni modo, ¡los niños tienen que ir al colegio!
En la reunión de hoy sólo me presenté yo, las otras brillaron por su ausencia. Ese es otro vainón; el tiempo de las que nos quedamos en casa no vale ni mierda al lado del de las que "trabajan". Osea, a mi me pueden plantar todo lo que quieran porque no hago ni michi con mi vida (¡¿cómo diablos se enteraron?!) pero a ellas ni les toques sus preciosos minutos ... porque No pues!
Si alguna vez en la vida debo aprender algo es a dejar el entusiasmo en casa cuando vaya el próximo año a la primera reunión de aula, y no es que sea la boba que se entusiasma por todo, soy la boba que se entusiasma con todo lo que tenga que ver con mi hijo, pero ¿comité de aula? ni más!
jueves, 1 de octubre de 2009
miércoles, 30 de septiembre de 2009
Bebé
Cuando era niña, mi mayor fantasía ligada a la naturaleza eran los pajaritos. Imaginaba lo fantástico que debía ser poder acariciar uno de esos bichitos que revoloteaban por el jardín; hacerles piojito, rascarles la pancita, darles besitos.
Después de mucha agua corrida bajo el puente, mi sueño se hizo realidad: llegó Bebé.
Tan chiquito y bonito como lo imaginé, hasta con el plus del celeste intenso de su plumaje. Cuando lo descubrimos por primera vez en el nido (chiquito y calato) moviéndose a ciegas, el único sobreviviente de su nidada, el amor se instaló en nosotros, y desde que se llenó de plumas, tan celestes como el mejor cielo (no el de Lima, ciertamente), se convirtió en mi compañero matinal. Todos los días, después de hacer la finta de cumplir mis obligaciones cotidianas, lo sacaba de la jaula y lo instalaba en mi hombro; desde ahí veíamos películas (que comentaba con él en voz alta, para desconcierto del par de moscas que bailaban sobre la mesita de centro estas últimas semanas), a veces se pasaba de mi hombro a mis palitos de tejer, entonces lo cogía con suavidad (estos bichitos son muy frágiles) y antes de regresarlo a su sitio, aprovechaba el momento para comérmelo a besos, hacerle piojito y rascarle la pancita, tal como mis séis años me lo dictaban.
Para resumir, porque el dolor engarrota mis torpes dedos sobre el teclado y esto ya se está volviendo más que insoportable: Sol, la madre, decidió que Bebé era muy débil y a pesar de eso (de algún extraño modo que nunca entenderé) amenazaba a las nuevas crías así que el domingo por la tarde lo picoteó sin que nos diéramos cuenta.
Bebé murió en mis manos, abrigado por mis dedos, bañado por mis lágrimas y mezclando su último aliento con mis besos.
Supongo que aquí es cuando se acaban las palabras.
Después de mucha agua corrida bajo el puente, mi sueño se hizo realidad: llegó Bebé.
Tan chiquito y bonito como lo imaginé, hasta con el plus del celeste intenso de su plumaje. Cuando lo descubrimos por primera vez en el nido (chiquito y calato) moviéndose a ciegas, el único sobreviviente de su nidada, el amor se instaló en nosotros, y desde que se llenó de plumas, tan celestes como el mejor cielo (no el de Lima, ciertamente), se convirtió en mi compañero matinal. Todos los días, después de hacer la finta de cumplir mis obligaciones cotidianas, lo sacaba de la jaula y lo instalaba en mi hombro; desde ahí veíamos películas (que comentaba con él en voz alta, para desconcierto del par de moscas que bailaban sobre la mesita de centro estas últimas semanas), a veces se pasaba de mi hombro a mis palitos de tejer, entonces lo cogía con suavidad (estos bichitos son muy frágiles) y antes de regresarlo a su sitio, aprovechaba el momento para comérmelo a besos, hacerle piojito y rascarle la pancita, tal como mis séis años me lo dictaban.
Para resumir, porque el dolor engarrota mis torpes dedos sobre el teclado y esto ya se está volviendo más que insoportable: Sol, la madre, decidió que Bebé era muy débil y a pesar de eso (de algún extraño modo que nunca entenderé) amenazaba a las nuevas crías así que el domingo por la tarde lo picoteó sin que nos diéramos cuenta.
Bebé murió en mis manos, abrigado por mis dedos, bañado por mis lágrimas y mezclando su último aliento con mis besos.
Supongo que aquí es cuando se acaban las palabras.
jueves, 10 de septiembre de 2009
Una adolescente de cuarenta ...
... y pico.
Porque, como a cualquier adolescente, la inmadurez me persigue adonde quiera que vaya y cual sombra fiel. Pasan los años y no consigo espantarla. Terminé todo lo que quise estudiar (Ok!: terminé la etapa en la que quise estudiar algo), me ilusioné, me equivoqué, me enamoré, me casé, tuve un hijo (felizmente lo puse en ese orden Uff!), inicié un negocio que más parece una justificación y que tampoco termino de tomar en serio, en fin, me pasaron cosas; eso podría dar indicios de un acercamiento a esa vaina que se llama madurez pero ... no pues, nunca es suficiente.
El mundo es impaciente con los inmaduros. Cuando somos padres decimos: "¡¿cuándo vas a madurar?!" sí, esas mismas personas que en presencia de otros padres confesamos que quisiéramos que nuestros hijos nunca crezcan, que sean siempre los mismos niños que iluminan nuestras vidas y a los que hay que fregarles las suyas.
Cuando somos pareja le aceptamos todo al otro, todititiiito pero que ni se asome un resquicio de inmadurez porque "eso" es inaceptable, osea: engáñame, humíllame, azótame, pero como adulto, caracho! Cuando somos mayores la cosa se pone peor, apenas toleramos los síntomas de inmadurez en los jóvenes y sencillamente no los soportamos en nuestros contemporáneos Aaagh! huácala!
No hay nada peor que la mirada de desprecio de alguien que, instalado en la cúspide de su vida (se supone que ese es el rango de edad al que pertenezco, con todo controlado: profesión, estatus, prole y demás hierbas) te lanza cuando dejas entrever los hilos de tu inmadurez en su presencia. Nunca te sientes tan incomprendido, tan torpe, tan solo.
¿Por qué la madurez en los jóvenes es tan bien vista mientras que la inmadurez en los adultos es tan despreciable? ¿por qué debiéramos tenerlo todo bajo control cuando somos grandes? ¿por qué no inspiramos siquiera ternura? (Aaaay!)
Quisiera pensar que todo es un malentendido, que la velocidad de la vida hace que seamos incomprendidos. Los inmaduros no somos esos bobos que se niegan a crecer y aceptar responsabilidades de gente grande (Ok! ... un poco!) , los inmaduros somos personas en proceso.
En algún momento nos llegará la hora pero nada nos impide engolosinarnos en este instante, quedar absortos en la antesala.
Si lo irremediable es la madurez ¿por qué no saborear leeentamente el precioso proceso que nos llevará a ella?
"Los hijos te harán madurar" ¿cuántas veces hemos escuchado eso?. Yo tengo un hijo y ni por equivocación veo rastros de madurez en mi, a lo más: sentido común y en la medida justa para hacer de mi la madre que todos tienen y que nadie quiere (bueno, ¡ni tanto!). Al fin y al cabo, todos hemos sufrido las torpezas de nuestros padres al criarnos (¡algunos hasta crueldades! felizmente no es mi caso) todos hemos sido hijos de alguien en proceso, y eso no nos ha impedido crecer, vivir, amar. ¡¿Quién en esta vida no tiene problemas derivados de la inmadurez de sus padres al criarlos?!
Todo esto porque se acerca mi cumple y con ello la avalancha de pliegos de reclamos (¡ojalá fueran regalos!) que me hago a mi misma desde el otro lado del espejo (el lado más aburrido del espejo, dicho sea de paso) ¿será que me estoy haciendo mayor y por eso mismo ya no me soporto? Contra! y recontra! (por si las dudas).
Es que, en el fondo de mi alma ... ¡yo no quiero crecer! (esto ya parece el manifiesto de la gemela malvada de Peter Pan) y me niego a aceptar la madurez como regalo de cumpleaños Noooo! (yo quiero más botas, carteras, ropa estupenda que haga juego con mi estilo de vida: tan lindo, tan simple, tan banal) ... aunque, pensándolo bien, si quiero un regalo (es un decir: ¡quiero cientos!) un regalo muy especial que me haría la vida más fácil:
Dejar de cumplir años (¡sin tener que estar muerta!) y descubrir el jodido modo de ser tan inmadura como quiera sin tener que verme tan, pero tan, ridícula.
Porque, como a cualquier adolescente, la inmadurez me persigue adonde quiera que vaya y cual sombra fiel. Pasan los años y no consigo espantarla. Terminé todo lo que quise estudiar (Ok!: terminé la etapa en la que quise estudiar algo), me ilusioné, me equivoqué, me enamoré, me casé, tuve un hijo (felizmente lo puse en ese orden Uff!), inicié un negocio que más parece una justificación y que tampoco termino de tomar en serio, en fin, me pasaron cosas; eso podría dar indicios de un acercamiento a esa vaina que se llama madurez pero ... no pues, nunca es suficiente.
El mundo es impaciente con los inmaduros. Cuando somos padres decimos: "¡¿cuándo vas a madurar?!" sí, esas mismas personas que en presencia de otros padres confesamos que quisiéramos que nuestros hijos nunca crezcan, que sean siempre los mismos niños que iluminan nuestras vidas y a los que hay que fregarles las suyas.
Cuando somos pareja le aceptamos todo al otro, todititiiito pero que ni se asome un resquicio de inmadurez porque "eso" es inaceptable, osea: engáñame, humíllame, azótame, pero como adulto, caracho! Cuando somos mayores la cosa se pone peor, apenas toleramos los síntomas de inmadurez en los jóvenes y sencillamente no los soportamos en nuestros contemporáneos Aaagh! huácala!
No hay nada peor que la mirada de desprecio de alguien que, instalado en la cúspide de su vida (se supone que ese es el rango de edad al que pertenezco, con todo controlado: profesión, estatus, prole y demás hierbas) te lanza cuando dejas entrever los hilos de tu inmadurez en su presencia. Nunca te sientes tan incomprendido, tan torpe, tan solo.
¿Por qué la madurez en los jóvenes es tan bien vista mientras que la inmadurez en los adultos es tan despreciable? ¿por qué debiéramos tenerlo todo bajo control cuando somos grandes? ¿por qué no inspiramos siquiera ternura? (Aaaay!)
Quisiera pensar que todo es un malentendido, que la velocidad de la vida hace que seamos incomprendidos. Los inmaduros no somos esos bobos que se niegan a crecer y aceptar responsabilidades de gente grande (Ok! ... un poco!) , los inmaduros somos personas en proceso.
En algún momento nos llegará la hora pero nada nos impide engolosinarnos en este instante, quedar absortos en la antesala.
Si lo irremediable es la madurez ¿por qué no saborear leeentamente el precioso proceso que nos llevará a ella?
"Los hijos te harán madurar" ¿cuántas veces hemos escuchado eso?. Yo tengo un hijo y ni por equivocación veo rastros de madurez en mi, a lo más: sentido común y en la medida justa para hacer de mi la madre que todos tienen y que nadie quiere (bueno, ¡ni tanto!). Al fin y al cabo, todos hemos sufrido las torpezas de nuestros padres al criarnos (¡algunos hasta crueldades! felizmente no es mi caso) todos hemos sido hijos de alguien en proceso, y eso no nos ha impedido crecer, vivir, amar. ¡¿Quién en esta vida no tiene problemas derivados de la inmadurez de sus padres al criarlos?!
Todo esto porque se acerca mi cumple y con ello la avalancha de pliegos de reclamos (¡ojalá fueran regalos!) que me hago a mi misma desde el otro lado del espejo (el lado más aburrido del espejo, dicho sea de paso) ¿será que me estoy haciendo mayor y por eso mismo ya no me soporto? Contra! y recontra! (por si las dudas).
Es que, en el fondo de mi alma ... ¡yo no quiero crecer! (esto ya parece el manifiesto de la gemela malvada de Peter Pan) y me niego a aceptar la madurez como regalo de cumpleaños Noooo! (yo quiero más botas, carteras, ropa estupenda que haga juego con mi estilo de vida: tan lindo, tan simple, tan banal) ... aunque, pensándolo bien, si quiero un regalo (es un decir: ¡quiero cientos!) un regalo muy especial que me haría la vida más fácil:
Dejar de cumplir años (¡sin tener que estar muerta!) y descubrir el jodido modo de ser tan inmadura como quiera sin tener que verme tan, pero tan, ridícula.
jueves, 3 de septiembre de 2009
Sin talento para eso ...
... tampoco!
Estoy inútilmente marcando su cel para saludarlo después de haberme adelantado ayer. Es que recién hoy es su cumpleaños y ni cuenta me dí, marqué su cel y él, tan lindo, agradeció mi saludo seguramente pensando que peor es nada. Y se supone que es un gran amigo mío, yo, que casi no tengo amigos.
En realidad lo raro sería llamarlo el mismo día; nunca la achunto con mis amigos. Una cuenta pendiente, al parecer de por vida. Si en algo soy buena, es en fallarle a mis amigos.
¿Será que la superficialidad, mi leal compañera, me impide mantener unos, siquiera decentes, lazos de amistad? Ese terror por profundizar. ¿Detesto bucear en las cosas por temor a lo que pueda encontrar en el fondo? miedo ¿a qué?
Lo cierto es que soy una pésima amiga, especialista en defraudar. Nunca estoy en los momentos claves en las vidas de mis casi inexistentes amigos. Nunca hago la llamada a tiempo, nunca envío la tarjeta de cumpleaños, nunca voy al rescate de nadie. Es casi una letanía, enormemente aburrida.
Llega un momento en que pienso que nada de lo que haga podrá recompensar la falta cometida, ese estúpido punto de no retorno y sensación de fracaso. Entonces me llega al tuétano el asunto y me canso de martirizarme con mi deslealtad y mando todo al carajo del stand by. Ahí estamos, mis faltas amicales y yo por un buen tiempo, el suficiente para que mi lado de cerebro que funciona (a medias) reaccione y escriba la carta arrepentida, haga la llamada perdida y desenrede la madeja confundida de los hilos de la amistad, no siempre con éxito, claro.
Cuando era niña recuerdo que a la hora del recreo sufría grandes jaloneos de las niñas que querían estar conmigo (las niñas, a diferencia de los niños, no juegan en los recreos: están con sus amigas) no sé por qué, y a estas alturas no veo qué gracia tendría saberlo, o talvez si ...
A medida que fui creciendo me volví muy selectiva con las personas que se me acercaban, es por eso que nunca fui de las amigueras de la secundaria, universidad, ni de nada.
Producto de aquella "selección natural" comencé a tener a mis "únicas amigas". Se relevaban con el tiempo y el cambio de mis actividades-intereses, nunca podían coexistir, no sé por qué pero así se daban las cosas. Me doy cuenta de una característica no compartida por todas aunque sospechosamente presente: un olor a cierto acaparamiento.
Es así como se sucedieron mis grandes amigas, todas marcando el territorio de lo temporal en mi vida. Mi gran amiga del colegio, mi gran amiga del trabajo, mi gran amiga de la universidad, mi gran amigo del oficio. Los quise y los quiero, pero por una extraña razón (mandada sin dudas por el mal funcionamiento de mi cerebro y que nadie ose contradecirme porque me quedo sin argumentos!) no puedo estar a su altura. No doy la talla.
Es que la amistad, como todas las cosas importantes en esta vida, requiere de algo que no tengo y si lo tengo, seguramente está en cantidades muy limitadas, allá en el fondo de mi alacena existencial: compromiso.
Si pues, lo debo tener en cantidades limitadísimas porque, que yo sepa, sólo me siento comprometida con mi familia chiquita (el Hombre, el niño et moi). Ni siquiera la familia grande (mamá, hermanos) se salva de semejante escasez. Nunca me acuerdo del cumpleaños del primo lejano (ni siquiera del cercano!), no me acuerdo de los cumpleaños y punto, para eso están mis hermanas que se acuerdan hasta del de los vecinos. Casi nunca estoy presente en los bautizos, primeras comuniones, velorios y sus respectivos entierros. No me gustan mucho las reuniones familiares y siempre soy la primera en retirarme, despedida como siempre, por la mirada de desaprobación del resto de la familia que cree firmemente que me incineraré en el infierno del ostracismo. No soporto sentirme forzada a ese tipo de compromiso, Ok! a ningún tipo de compromiso! Sé también, que estoy condenada al futuro desapego al que hoy someto a mi familia grande. A mis amigos.
¿Pienso quedarme así? Me encantaría decir que si (sólo por mantener mi estatus de tontuela que tanto me costó adquirir) pero no. Quiero creer que el Compromiso es algo así como un músculo, que se puede ejercitar, expandir y contraer según la necesidad. La necesidad de mantener a mis amigos, por ejemplo, no es poca cosa y si para ello tengo que pasarme la vida entera en el gimnasio (con lo que lo detesto!) lo haré, a veces a regañadientes, pero lo haré.
Entonces, premunida de mis mallas y leotard de rigor (como odio el gimnasio, pretenderé estar en una clase de ballet) respiro, caliento ... y marco de nuevo.
Estoy inútilmente marcando su cel para saludarlo después de haberme adelantado ayer. Es que recién hoy es su cumpleaños y ni cuenta me dí, marqué su cel y él, tan lindo, agradeció mi saludo seguramente pensando que peor es nada. Y se supone que es un gran amigo mío, yo, que casi no tengo amigos.
En realidad lo raro sería llamarlo el mismo día; nunca la achunto con mis amigos. Una cuenta pendiente, al parecer de por vida. Si en algo soy buena, es en fallarle a mis amigos.
¿Será que la superficialidad, mi leal compañera, me impide mantener unos, siquiera decentes, lazos de amistad? Ese terror por profundizar. ¿Detesto bucear en las cosas por temor a lo que pueda encontrar en el fondo? miedo ¿a qué?
Lo cierto es que soy una pésima amiga, especialista en defraudar. Nunca estoy en los momentos claves en las vidas de mis casi inexistentes amigos. Nunca hago la llamada a tiempo, nunca envío la tarjeta de cumpleaños, nunca voy al rescate de nadie. Es casi una letanía, enormemente aburrida.
Llega un momento en que pienso que nada de lo que haga podrá recompensar la falta cometida, ese estúpido punto de no retorno y sensación de fracaso. Entonces me llega al tuétano el asunto y me canso de martirizarme con mi deslealtad y mando todo al carajo del stand by. Ahí estamos, mis faltas amicales y yo por un buen tiempo, el suficiente para que mi lado de cerebro que funciona (a medias) reaccione y escriba la carta arrepentida, haga la llamada perdida y desenrede la madeja confundida de los hilos de la amistad, no siempre con éxito, claro.
Cuando era niña recuerdo que a la hora del recreo sufría grandes jaloneos de las niñas que querían estar conmigo (las niñas, a diferencia de los niños, no juegan en los recreos: están con sus amigas) no sé por qué, y a estas alturas no veo qué gracia tendría saberlo, o talvez si ...
A medida que fui creciendo me volví muy selectiva con las personas que se me acercaban, es por eso que nunca fui de las amigueras de la secundaria, universidad, ni de nada.
Producto de aquella "selección natural" comencé a tener a mis "únicas amigas". Se relevaban con el tiempo y el cambio de mis actividades-intereses, nunca podían coexistir, no sé por qué pero así se daban las cosas. Me doy cuenta de una característica no compartida por todas aunque sospechosamente presente: un olor a cierto acaparamiento.
Es así como se sucedieron mis grandes amigas, todas marcando el territorio de lo temporal en mi vida. Mi gran amiga del colegio, mi gran amiga del trabajo, mi gran amiga de la universidad, mi gran amigo del oficio. Los quise y los quiero, pero por una extraña razón (mandada sin dudas por el mal funcionamiento de mi cerebro y que nadie ose contradecirme porque me quedo sin argumentos!) no puedo estar a su altura. No doy la talla.
Es que la amistad, como todas las cosas importantes en esta vida, requiere de algo que no tengo y si lo tengo, seguramente está en cantidades muy limitadas, allá en el fondo de mi alacena existencial: compromiso.
Si pues, lo debo tener en cantidades limitadísimas porque, que yo sepa, sólo me siento comprometida con mi familia chiquita (el Hombre, el niño et moi). Ni siquiera la familia grande (mamá, hermanos) se salva de semejante escasez. Nunca me acuerdo del cumpleaños del primo lejano (ni siquiera del cercano!), no me acuerdo de los cumpleaños y punto, para eso están mis hermanas que se acuerdan hasta del de los vecinos. Casi nunca estoy presente en los bautizos, primeras comuniones, velorios y sus respectivos entierros. No me gustan mucho las reuniones familiares y siempre soy la primera en retirarme, despedida como siempre, por la mirada de desaprobación del resto de la familia que cree firmemente que me incineraré en el infierno del ostracismo. No soporto sentirme forzada a ese tipo de compromiso, Ok! a ningún tipo de compromiso! Sé también, que estoy condenada al futuro desapego al que hoy someto a mi familia grande. A mis amigos.
¿Pienso quedarme así? Me encantaría decir que si (sólo por mantener mi estatus de tontuela que tanto me costó adquirir) pero no. Quiero creer que el Compromiso es algo así como un músculo, que se puede ejercitar, expandir y contraer según la necesidad. La necesidad de mantener a mis amigos, por ejemplo, no es poca cosa y si para ello tengo que pasarme la vida entera en el gimnasio (con lo que lo detesto!) lo haré, a veces a regañadientes, pero lo haré.
Entonces, premunida de mis mallas y leotard de rigor (como odio el gimnasio, pretenderé estar en una clase de ballet) respiro, caliento ... y marco de nuevo.
viernes, 14 de agosto de 2009
He
He puesto a hervir unas hojas de eucalipto para darle la bienvenida al fin de semana; en la radio suena Santana y me trae recuerdos de la tía hippie que ahora vive en Europa. La recuerdo siempre tan estrambótica, creo que fue el único miembro de mi familia que fumaba marihuana. Su casa siempre olía a incienso y el desorden reinaba en cada rincón. Tengo la impresión que la gente más interesante de este mundo es desordenada (tengo la ilusión y la esperanza!). Siempre he sospechado de los seres ordenados, los admiro, pero sospecho de ellos.
He bailado desnuda, como siempre antes y después del baño. Pasando revista a cada pedazo de mi carcasa veo el paso del tiempo sobre mi amado cuerpo y aunque suelo ser muy crítica (¡por una cuestión de buen gusto!) al final termino reconciliándome con él. Sí, lo pienso bien y teniendo en cuenta que es el único que tengo y que tendré por el resto de mis días ... no está mal. Me ha dado grandes satisfacciones ... bueno, a mi y a algunos por ahí.
He dibujado mi máscara sobre la desolación de mi rostro mañanero. Tengo un rostro que no hace juego con mi carácter, ¡debería tener más cejas! (¡más ojos, menos nariz ...!), es por eso que cada mañana refuerzo a punta de lápiz y con gran esmero lo que será mi expresión del día. Si me siento bien, con lápiz de cejas, delineador de ojos y color en los labios bastará. Si me siento abatida por la injusticia de haber nacido fea, se impone toda la artillería de mi oficio de maquilladora, para el que, modestia aparte, soy buena.
He modelado frente al espejo el millón de ropa que tengo en el ropero y que casi nunca uso. Siempre la misma pose, el mismo lado de la cara, ¡es que no hay otro!. Tengo un ángulo pequeñísimo, casi microscópico, que resulta fotogénico. Es por eso que cada vez que detecto una cámara (con lo que me gustan las fotos!!) tengo que hacer malabares para ponerme en posición y cambiar de sitio con el que haya usurpado mi lugar. El resultado es el mismo: siempre la misma foto que se repite hasta el infinito.
He preparado café.
He saludado a los cuchis (los periquitos australianos del niño que son míos en secreto) y los he alimentado. Los tenemos hace dos años y hasta ahora no se habían reproducido. Las cosas estaban así: Pedrito, gay. Greisy, una amargada que odia a los machos. Turqui el macho alfa que le sacaba la michi al pobre Pedro, tan delicadito. Sol, la resbalosa.
Se suponía que los periquitos son monógamos y demás hierbas pero parece que Sol no leyó eso porque se daba besos con Pedrito (que resultó Bi) y también con Turqui, el resultado: Bebé.
Bebé nació la primera semana de Julio y es mi adoración.
Como la señora Sol tenía tremendos antecedentes fue un problema decidir con qué macho aislarla. Por cuestión de colores la separamos con Pedrito, pensando que el papel de futuro padre reafirmaría su virilidad. Sol es de un amarillo fulminante, Pedro es verde. Turqui , turquesa (obvio ¿no?) y la amarg... perdón, Greysi es celeste.
Bebé salió turquesa.
Cambio en el equipo, Pedro regresó con la solterona y Turqui resultó tan buen padre que hasta perdió algunas plumas del cuello. Pero ahí no termina la telenovela. Hay dos huevos en el nido, empollados por Sol ... que ahora se besuquea con Pedro delante del pobre y calvo Turqui.
He mirado alrededor, constatando que tengo que limpiar. He prendido la computadora.
He bailado desnuda, como siempre antes y después del baño. Pasando revista a cada pedazo de mi carcasa veo el paso del tiempo sobre mi amado cuerpo y aunque suelo ser muy crítica (¡por una cuestión de buen gusto!) al final termino reconciliándome con él. Sí, lo pienso bien y teniendo en cuenta que es el único que tengo y que tendré por el resto de mis días ... no está mal. Me ha dado grandes satisfacciones ... bueno, a mi y a algunos por ahí.
He dibujado mi máscara sobre la desolación de mi rostro mañanero. Tengo un rostro que no hace juego con mi carácter, ¡debería tener más cejas! (¡más ojos, menos nariz ...!), es por eso que cada mañana refuerzo a punta de lápiz y con gran esmero lo que será mi expresión del día. Si me siento bien, con lápiz de cejas, delineador de ojos y color en los labios bastará. Si me siento abatida por la injusticia de haber nacido fea, se impone toda la artillería de mi oficio de maquilladora, para el que, modestia aparte, soy buena.
He modelado frente al espejo el millón de ropa que tengo en el ropero y que casi nunca uso. Siempre la misma pose, el mismo lado de la cara, ¡es que no hay otro!. Tengo un ángulo pequeñísimo, casi microscópico, que resulta fotogénico. Es por eso que cada vez que detecto una cámara (con lo que me gustan las fotos!!) tengo que hacer malabares para ponerme en posición y cambiar de sitio con el que haya usurpado mi lugar. El resultado es el mismo: siempre la misma foto que se repite hasta el infinito.
He preparado café.
He saludado a los cuchis (los periquitos australianos del niño que son míos en secreto) y los he alimentado. Los tenemos hace dos años y hasta ahora no se habían reproducido. Las cosas estaban así: Pedrito, gay. Greisy, una amargada que odia a los machos. Turqui el macho alfa que le sacaba la michi al pobre Pedro, tan delicadito. Sol, la resbalosa.
Se suponía que los periquitos son monógamos y demás hierbas pero parece que Sol no leyó eso porque se daba besos con Pedrito (que resultó Bi) y también con Turqui, el resultado: Bebé.
Bebé nació la primera semana de Julio y es mi adoración.
Como la señora Sol tenía tremendos antecedentes fue un problema decidir con qué macho aislarla. Por cuestión de colores la separamos con Pedrito, pensando que el papel de futuro padre reafirmaría su virilidad. Sol es de un amarillo fulminante, Pedro es verde. Turqui , turquesa (obvio ¿no?) y la amarg... perdón, Greysi es celeste.
Bebé salió turquesa.
Cambio en el equipo, Pedro regresó con la solterona y Turqui resultó tan buen padre que hasta perdió algunas plumas del cuello. Pero ahí no termina la telenovela. Hay dos huevos en el nido, empollados por Sol ... que ahora se besuquea con Pedro delante del pobre y calvo Turqui.
He mirado alrededor, constatando que tengo que limpiar. He prendido la computadora.
lunes, 3 de agosto de 2009
¿Dónde estás Morfeo?
No puedo dormir. Entre las vacaciones forzadas del niño y mi nueva aventura cuasilaboral no he tenido tiempo de pasar por aquí. Ahora aprovecho que los chicos duermen y la máquina está solita para manosearla un rato.
Acaba de apagarse el motor de la refri y el silencio se impone ... claro que a lo lejos los ronquidos del Hombre siguen marcando territorio.
En medio de esta extraña y pasajera soledad se vienen a mi desvelada mente algunas cosas.
* Estoy feliz con el regreso (¡en grande!) del vóley pero no dejo de rumiar la mala suerte de tener que soportar al tal Butters y sus bodegueros comentarios (con perdón de los bodegueros pero no se me ocurre otra cosa, hace tiempo que no escribo ...) tan repetitivos, simplones y sexistas comentarios; porque escuchar una vez la alusión al totorrete de la señorita Uceda puede pasar como una pequeña muestra del nivel del periodismo deportivo peruano (taaan profesional y elegante!), pero escucharlo cada vez que la niña agarra pelota y encima con el agregado del narrador ... Nooo, piedad! Es que el hombre cree que está en la sala de su casa con sus amigotes de barrio y por lo menos media caja de chela en la cabeza. ¿Porqué Frecuencia Latina no se pone a la altura y aumentando el presupuesto, contrata a un profesional especialista en vóley? dicho sea de paso y ya que estoy en tono rajeril, ¿porqué los broadcasters locales (que en peruano se refiere más a los que administran los canales que a los que están frente a la cámara) piensan siempre que el haber sido deportista califica a cualquiera para ser un buen comunicador y es así como tenemos que soplarnos las risitas y las cuatro palabras de las viejas glorias de Seúl 88?
No puedo dejar de recordar cuando en la universidad jugábamos a reconocer a los que terminarían como periodistas deportivos. Era fácil reconocerlos: mediocres notas pero un floro de campeonato. Apasionados, melosos y monotemáticos; desayunaban, almorzaban y cenaban fútbol. Sensibleros, patrioteros y fabricantes de ídolos: fanáticos.
Estos días he estado prendida de la tele viendo todo el vóley que me debían pero no es justo; es el único deporte que sigo ... ¡¿por qué tengo que soportar a Phillip Butters?!
* Hablando de tener que soportar ... je je ... no es por nada pero ¿no cree alguien que ya estuvo bueno eso de las vacaciones por la gripe A(H1N1)?
Que no se me malinterprete, yo adoro a mi hijo (¡realmente lo amo!) pero he descubierto, no sin dolor (de cabeza especialmente!) que una cosa son las vacaciones en el verano, cuando el niño para tooodo el día en la calle o estamos en la otra casa y se pasa tooodo el día en la piscina y bueno, casi no nos vemos ...
El invierno es cruel. Obliga a los niños a quedarse en casa, torturando sin intención (...?...) a sus abnegadas y enclaustradas madres. No sé pero he experimentado en estas semanas un profundo amor por el colegio del niño.
(es la misma persona que escribe, la que soltará el lagrimón cuando la movilidad se lleve a su engendro al colegio la próxima semana, porque así de extraña y psicodélica es la maternidad y el que nunca vivió en este barrio no sabe lo que se pierde ... ni lo que se sufre, caracho!)
* Esto del taller de tejido me está gustando un chupo. El año pasado, a estas alturas, también estaba tejiendo (claro, no tanto!) y me la pasaba re-bien viendo pelis, tomando café y bien abrigadita en el sofá con los palitos en las manos; por supuesto que con la culpa de ser una mantenida pero afrontando con estoicismo el trance. Este año las cosas han cambiado. No puedo evitar sentirme algo así como realizada cuando recibo el dinerillo producto de las ventas de mis diseños. Todavía no llega el "chorreo" pero las gotas han sido suficientes como para alimentar al chanchito que espera en la alacena por el martillazo que a su vez lo realizará a él. Y, cómo no, para aumentar la colección de botas para desesperación del zapatero que ya no puede cerrar sus puertas.
Ya cerramos la temporada de Invierno y nos preparamos para la Primavera. Yo sólo espero que la perseverancia se deje de huevadas y se instale de una vez por todas en mis dominios.
Tengo un millón de cosas más por comentar pero siento movimiento en el cuarto y un atisbo de sueño que se cuela por mi ojo derecho. La noche está serena. Con un simple movimiento he pasado revista a mi diminuto hogar y el motor de la refri se ha puesto a funcionar nuevamente conminandome a arrastrar mi, ahora sí, cansado cuerpo hacia el lecho nupcial donde me espera mi amor.
Ah! ahí estabas Morfeo.
Acaba de apagarse el motor de la refri y el silencio se impone ... claro que a lo lejos los ronquidos del Hombre siguen marcando territorio.
En medio de esta extraña y pasajera soledad se vienen a mi desvelada mente algunas cosas.
* Estoy feliz con el regreso (¡en grande!) del vóley pero no dejo de rumiar la mala suerte de tener que soportar al tal Butters y sus bodegueros comentarios (con perdón de los bodegueros pero no se me ocurre otra cosa, hace tiempo que no escribo ...) tan repetitivos, simplones y sexistas comentarios; porque escuchar una vez la alusión al totorrete de la señorita Uceda puede pasar como una pequeña muestra del nivel del periodismo deportivo peruano (taaan profesional y elegante!), pero escucharlo cada vez que la niña agarra pelota y encima con el agregado del narrador ... Nooo, piedad! Es que el hombre cree que está en la sala de su casa con sus amigotes de barrio y por lo menos media caja de chela en la cabeza. ¿Porqué Frecuencia Latina no se pone a la altura y aumentando el presupuesto, contrata a un profesional especialista en vóley? dicho sea de paso y ya que estoy en tono rajeril, ¿porqué los broadcasters locales (que en peruano se refiere más a los que administran los canales que a los que están frente a la cámara) piensan siempre que el haber sido deportista califica a cualquiera para ser un buen comunicador y es así como tenemos que soplarnos las risitas y las cuatro palabras de las viejas glorias de Seúl 88?
No puedo dejar de recordar cuando en la universidad jugábamos a reconocer a los que terminarían como periodistas deportivos. Era fácil reconocerlos: mediocres notas pero un floro de campeonato. Apasionados, melosos y monotemáticos; desayunaban, almorzaban y cenaban fútbol. Sensibleros, patrioteros y fabricantes de ídolos: fanáticos.
Estos días he estado prendida de la tele viendo todo el vóley que me debían pero no es justo; es el único deporte que sigo ... ¡¿por qué tengo que soportar a Phillip Butters?!
* Hablando de tener que soportar ... je je ... no es por nada pero ¿no cree alguien que ya estuvo bueno eso de las vacaciones por la gripe A(H1N1)?
Que no se me malinterprete, yo adoro a mi hijo (¡realmente lo amo!) pero he descubierto, no sin dolor (de cabeza especialmente!) que una cosa son las vacaciones en el verano, cuando el niño para tooodo el día en la calle o estamos en la otra casa y se pasa tooodo el día en la piscina y bueno, casi no nos vemos ...
El invierno es cruel. Obliga a los niños a quedarse en casa, torturando sin intención (...?...) a sus abnegadas y enclaustradas madres. No sé pero he experimentado en estas semanas un profundo amor por el colegio del niño.
(es la misma persona que escribe, la que soltará el lagrimón cuando la movilidad se lleve a su engendro al colegio la próxima semana, porque así de extraña y psicodélica es la maternidad y el que nunca vivió en este barrio no sabe lo que se pierde ... ni lo que se sufre, caracho!)
* Esto del taller de tejido me está gustando un chupo. El año pasado, a estas alturas, también estaba tejiendo (claro, no tanto!) y me la pasaba re-bien viendo pelis, tomando café y bien abrigadita en el sofá con los palitos en las manos; por supuesto que con la culpa de ser una mantenida pero afrontando con estoicismo el trance. Este año las cosas han cambiado. No puedo evitar sentirme algo así como realizada cuando recibo el dinerillo producto de las ventas de mis diseños. Todavía no llega el "chorreo" pero las gotas han sido suficientes como para alimentar al chanchito que espera en la alacena por el martillazo que a su vez lo realizará a él. Y, cómo no, para aumentar la colección de botas para desesperación del zapatero que ya no puede cerrar sus puertas.
Ya cerramos la temporada de Invierno y nos preparamos para la Primavera. Yo sólo espero que la perseverancia se deje de huevadas y se instale de una vez por todas en mis dominios.
Tengo un millón de cosas más por comentar pero siento movimiento en el cuarto y un atisbo de sueño que se cuela por mi ojo derecho. La noche está serena. Con un simple movimiento he pasado revista a mi diminuto hogar y el motor de la refri se ha puesto a funcionar nuevamente conminandome a arrastrar mi, ahora sí, cansado cuerpo hacia el lecho nupcial donde me espera mi amor.
Ah! ahí estabas Morfeo.
miércoles, 1 de julio de 2009
Brillo solar
El sol se cuela por el mes de Julio. Me encanta este mes, me gustan las Fiestas Patrias. Me gusta recordar, con el niño, mi infancia de banderitas y escarapelas. Aunque la vida luego se encargue de darte el pasaporte que desees, qué se yo: Perú, España, Planeta Tierra (el mío!) o ninguno; es bueno tener un pasado patriótico. Me encantan las calles blanquirrojas. Me fascina el ondear de las banderas al viento, no me canso de verlas, me detengo en cualquier lugar y las miro con agradecida alegría, lo que aumenta mi bagaje ridículo pero qué se hace!
Debería estar tejiendo (o lavando!) pero prefiero este rincón, por ahora. En cualquier momento me viene el ataque de pánico y, cual robotina, me disfrazo de ama de casa y voy al mercado-meto la ropa a la lavadora-paso la escoba-pongo una peli en el DVD ...
Tengo un dolorcillo en la cintura, producto del descanso al que fui sometida durante el fin de semana, de hamaca, campeonatos de Trompo y Tiro al Blanco. Al fin me salió el asunto de bailar el trompo, bueno, aunque fueran sólo cuatro de ... mil intentos! ahora puedo decir que no sólo bailo como trompo, también sé hacer bailar el trompo!. De esas cosas realmente importantes que hay que aprender en la vida.
El niño está feliz. La próxima vez que vayamos a la otra casa, continuaremos los campeonatos intensivos, con premios multimillonarios: monedas para el trompo, y chicles/frunas/snacks para el tiro al blanco. Regresamos con una bolsota de chatarritas que hemos guardado para el magno evento de Julio: El estreno de Harry Potter y el misterio del príncipe!
Los tres estamos con el countdown de rigor. El niño se mete a la cama con su librote y a pesar del millón de vistas, todavía no se cansa de ver cuanto tráiler (oficial o los otros: los de los fans, que suelen ser más creativos) aparezca en la red.
Este es el panorama por aquí. Tan lejos de Bagua y el Congreso, bloqueos y asesinatos. Seguramente si creyera en el infierno, habría uno aguardando por mi y mi asquerosa indiferencia. Hoy sólo sé que salió el sol y se coló en el primer día de Julio.
Voy por pasos.
Debería estar tejiendo (o lavando!) pero prefiero este rincón, por ahora. En cualquier momento me viene el ataque de pánico y, cual robotina, me disfrazo de ama de casa y voy al mercado-meto la ropa a la lavadora-paso la escoba-pongo una peli en el DVD ...
Tengo un dolorcillo en la cintura, producto del descanso al que fui sometida durante el fin de semana, de hamaca, campeonatos de Trompo y Tiro al Blanco. Al fin me salió el asunto de bailar el trompo, bueno, aunque fueran sólo cuatro de ... mil intentos! ahora puedo decir que no sólo bailo como trompo, también sé hacer bailar el trompo!. De esas cosas realmente importantes que hay que aprender en la vida.
El niño está feliz. La próxima vez que vayamos a la otra casa, continuaremos los campeonatos intensivos, con premios multimillonarios: monedas para el trompo, y chicles/frunas/snacks para el tiro al blanco. Regresamos con una bolsota de chatarritas que hemos guardado para el magno evento de Julio: El estreno de Harry Potter y el misterio del príncipe!
Los tres estamos con el countdown de rigor. El niño se mete a la cama con su librote y a pesar del millón de vistas, todavía no se cansa de ver cuanto tráiler (oficial o los otros: los de los fans, que suelen ser más creativos) aparezca en la red.
Este es el panorama por aquí. Tan lejos de Bagua y el Congreso, bloqueos y asesinatos. Seguramente si creyera en el infierno, habría uno aguardando por mi y mi asquerosa indiferencia. Hoy sólo sé que salió el sol y se coló en el primer día de Julio.
Voy por pasos.
lunes, 22 de junio de 2009
Dos viejos en el parque...
... caminando/apoyándose juntos. Desde hace algunos días los he visto y, en medio del ajetreo de mi nueva vida de Oh!ciosidad solapada (porque esto de vender lo que tejo es sólo otra forma de seguir viendo películas desde el abrigo de mi sofá con cierta justificación para ablandar la conciencia) he postergado la reflexión, el pie de foto.
Sin tiempo para hacerlo ahora, sólo quiero decir algo.
No sé cómo venga mi vida más adelante, no sé cómo me acompañe el cuerpo, ni siquiera sé si algún día cortaré el cordón umbilical que me ata al niño de esta manera tan melodramática (porque mi amor no sabe mucho de paz y sosiego, mi amor es tempestuoso y despiadado, sólo se calma cuando el niño duerme y yo lo admiro como la maravilla que es), no sé si algún día terminaré de encontrarme en medio del adolescente desorden de mi vida, de cama tapada y sábanas revueltas.
Viendo a esos viejos, caminando por mi parque en una mañana de invierno, como el invierno de sus propias vidas, a mi me entra un frío en el alma ...
No sé si quisiera verme en esa foto. Sólo pienso en el futuro cuando, en medio de la noche, me despiertan los rugidos del Hombre y ya no puedo volver a dormir. Y los pensamientos taladran mi cabeza, tan llena de sonseritas durante el día, y la verdadera ciencia-ficción da comienzo. Me aterra pensar de noche. Por las noches sólo asoman las sombras siniestras que bailan con mi otro yo una danza macabra, un tenebroso pas-de-deux que me excluye totalmente. No me gusta la música de ese baile, habría que matar al DJ, pienso para distraerme.
Se une al baile el niño (grande) que me odia por haber sido una madre tan incompetente y haberle jodido su vida sentimental con mi amor desbordante. Están también los cadáveres de mis seres queridos (ni siquiera me atrevo a nombrarlos) mirándome sin ojos. Yo quiero sacar a bailar al Hombre pero no lo encuentro y cruzo el salón evitando penas y enfermedades que bailan alocadas y, con la misma piedra en el pecho que me acompaña todas las noches de insomnio, llego cansada a una gran ventana desde donde se ve el parque. Ahí está el Hombre. Paseando de la mano con una vieja.
Entonces, sólo entonces, quisiera estar en esa foto. Tomar su vieja mano, poner su brazo sobre mis hombros y caminar sintiendo cómo su respiración calienta mi helada oreja.
Sin tiempo para hacerlo ahora, sólo quiero decir algo.
No sé cómo venga mi vida más adelante, no sé cómo me acompañe el cuerpo, ni siquiera sé si algún día cortaré el cordón umbilical que me ata al niño de esta manera tan melodramática (porque mi amor no sabe mucho de paz y sosiego, mi amor es tempestuoso y despiadado, sólo se calma cuando el niño duerme y yo lo admiro como la maravilla que es), no sé si algún día terminaré de encontrarme en medio del adolescente desorden de mi vida, de cama tapada y sábanas revueltas.
Viendo a esos viejos, caminando por mi parque en una mañana de invierno, como el invierno de sus propias vidas, a mi me entra un frío en el alma ...
No sé si quisiera verme en esa foto. Sólo pienso en el futuro cuando, en medio de la noche, me despiertan los rugidos del Hombre y ya no puedo volver a dormir. Y los pensamientos taladran mi cabeza, tan llena de sonseritas durante el día, y la verdadera ciencia-ficción da comienzo. Me aterra pensar de noche. Por las noches sólo asoman las sombras siniestras que bailan con mi otro yo una danza macabra, un tenebroso pas-de-deux que me excluye totalmente. No me gusta la música de ese baile, habría que matar al DJ, pienso para distraerme.
Se une al baile el niño (grande) que me odia por haber sido una madre tan incompetente y haberle jodido su vida sentimental con mi amor desbordante. Están también los cadáveres de mis seres queridos (ni siquiera me atrevo a nombrarlos) mirándome sin ojos. Yo quiero sacar a bailar al Hombre pero no lo encuentro y cruzo el salón evitando penas y enfermedades que bailan alocadas y, con la misma piedra en el pecho que me acompaña todas las noches de insomnio, llego cansada a una gran ventana desde donde se ve el parque. Ahí está el Hombre. Paseando de la mano con una vieja.
Entonces, sólo entonces, quisiera estar en esa foto. Tomar su vieja mano, poner su brazo sobre mis hombros y caminar sintiendo cómo su respiración calienta mi helada oreja.
miércoles, 20 de mayo de 2009
De cielo nublado y palitos de tejer
Al fin se tapó el sol, es que ya estaba haaaaarta de tanto brillo. No es que no me guste el sol, lo adoro, lo que pasa es que a estas alturas del año la "panza de burro" ya debiera estar instalada sobre la ciudad, ¿qué clase de Lima es esta que, bien metida en el mes de Mayo, todavía sigue con el sol del verano?
Debo aclarar que en este lado de la ciudad, donde están sentadas (que no asentadas) mis amplias bases, el sol suele ser un "caserito", pero eso no impide que seamos bañados por la misma panza que el resto de la gran Lima.
Hoy no. Aunque delgada y translúcida, la capa équida, está sobre mi cabeza, conminándome a tomar otra taza de café y encaminando mis pasos hacia este rincón de mis dominios tan abandonado últimamente.
Por estos días mi atención ha estado centrada en la creación de nuevas formas de abrigarnos sin perder un ápice de glamour en el intento: sí, tejer!
Junto a mi mami y hermanas, hemos resucitado el viejo taller familiar de donde salían chompas, ponchos, chalinas y casi cualquier cosa que se pueda hacer con una máquina de tejer, palitos y crochet. Por estos días nos encontramos tejiendo nuestras redes en la vieja tradición legada amorosamente por nuestra madre, algo así como el regreso de las arañas.
El afán ha sido tal, que hemos contagiado a los niños y durante estas vacaciones de primer bimestre, se instauró la hora del Club del Tejido. Durante la semana pasada, a las 6 de la tarde en punto, los niños (el enanito, un amiguito y su prima Jose) se sentaban en la sala y bien premunidos con palitos y lanas acometían la labor. Si he de ser sincera, la tejedera sólo duraba unos minutos, luego de los cuales el Club del Tejido se transformaba en el Club de los Jedis ... y los chicos terminaban correteando a la niña que escapaba de los filudos palitos-espadas láser muerta de risa.
Otra cosa que resucitamos fue el Desfile. A fines de los ochenta y comienzos de los noventa, cuando el taller estaba en pleno apogeo, instauramos la costumbre de organizar una pequeña "pasarela" en la sala de la casa. Por supuesto que yo fungía de Top Model en aquel amago de Fashion Week de barrio. Por nuestra pasarela desfilaron todas las amigas largiruchas, flacuchas y despistadas que asomaban por la casa. Cuando veo las fotos de aquellos días, me divierto horrores descubriendo la cantidad de amigas que cayeron en nuestras redes, felizmente, jamás literalmente.
Recuerdo que antes de comenzar el desfile, me secaba la jarra con el coctelito de fresa que nos subían a las "modelos" mientras esperábamos que se llene la sala para empezar. No recuerdo haberme sentido nunca tan nerviosa como en esos previos, imagino que por eso nunca terminé de emborracharme si se tiene en cuenta la cantidad de Pisco que, a esas alturas, corría por mis venas. Maldecía el momento en el que gracias a mi angurria y deseos de figuración, me adjudicaba la mayor cantidad de pasadas por la pasarela. Mientras los segundos para el inicio se acercaban yo seguía exprimiendo la dichosa jarra sin dejar de desplegar todo mi verbo florido, por supuesto. Para remate, obviamente que era yo quien encabezaba el desfile.
Ese segundo piso era un hervidero de nervios, gritos contenidos, ajetreos y enredos con la ropa, zapatos y accesorios. Abajo, en los últimos desfiles que hicimos, ya estaba el Hombre instalado al lado del equipo con la música apropiada. Más allá, papá ... con su vaso de whisky y su sonrisota aderezada de orgullo cada vez que pasaba a su lado ... y, cuando mis nervios estaban en su clímax y parecía que iba mandar todo a la mierda, Zaz!: "Fabu, tu turno" ...
Este año lo volvimos a hacer. Cuando bajé por las escaleras en mi primera pasada, alguien dijo por ahí: "Aquí está Fabu, quien se rehúsa a dejar las pasarelas..."
Si pues: me rehúso! y si no puedo ser Top Model de mi propia línea de ropa, no le veo la gracia al asunto. En los previos al desfile (backstage, que le dicen) les decía a mis sobrinas, las actuales reinas de la pasarela familiar, que la última vez que salí a modelar, era un palo, todavía no me había casado y modelaba la línea juvenil; ahora, el palo se ha rellenado (muy convenientemente a decir del Hombre), no sólo estoy casada: tengo cachorro, y mis pasadas son con la ropa más formal ... Ok! ... de señoras!!
Debo reconocer que ahora no me provoca hacer otra cosa más que tejer, he dejado de escribir (sólo contesto correos), de leer, aunque no de ver películas: ventajas del tejido que te permite acurrucarte en el sofá y, mientras creas abrigo, destejer las tramas de las historias frente a la pantalla del televisor.
El niño aprendió a tejer hace dos años, era la sensación de la casa y alrededores; luego de varias chalinas (para papá, mamá y Mario Bros!) todavía le gusta, aunque le da "roche" que se enteren fuera de la casa y de su mejor amigo, que por cierto: también teje!. Hasta ahí me doy por satisfecha. Le he legado la tradición que llegó a nosotras por la Araña-Madre, un legado que va más allá de unas madejas y unos palitos que se encuentran y transforman en nuestras manos, algo así como una red, que sin pretenderlo, nos mantiene unidas a nuestra madre, como el cordón umbilical que no podemos cortar, que no queremos cortar.
Debo aclarar que en este lado de la ciudad, donde están sentadas (que no asentadas) mis amplias bases, el sol suele ser un "caserito", pero eso no impide que seamos bañados por la misma panza que el resto de la gran Lima.
Hoy no. Aunque delgada y translúcida, la capa équida, está sobre mi cabeza, conminándome a tomar otra taza de café y encaminando mis pasos hacia este rincón de mis dominios tan abandonado últimamente.
Por estos días mi atención ha estado centrada en la creación de nuevas formas de abrigarnos sin perder un ápice de glamour en el intento: sí, tejer!
Junto a mi mami y hermanas, hemos resucitado el viejo taller familiar de donde salían chompas, ponchos, chalinas y casi cualquier cosa que se pueda hacer con una máquina de tejer, palitos y crochet. Por estos días nos encontramos tejiendo nuestras redes en la vieja tradición legada amorosamente por nuestra madre, algo así como el regreso de las arañas.
El afán ha sido tal, que hemos contagiado a los niños y durante estas vacaciones de primer bimestre, se instauró la hora del Club del Tejido. Durante la semana pasada, a las 6 de la tarde en punto, los niños (el enanito, un amiguito y su prima Jose) se sentaban en la sala y bien premunidos con palitos y lanas acometían la labor. Si he de ser sincera, la tejedera sólo duraba unos minutos, luego de los cuales el Club del Tejido se transformaba en el Club de los Jedis ... y los chicos terminaban correteando a la niña que escapaba de los filudos palitos-espadas láser muerta de risa.
Otra cosa que resucitamos fue el Desfile. A fines de los ochenta y comienzos de los noventa, cuando el taller estaba en pleno apogeo, instauramos la costumbre de organizar una pequeña "pasarela" en la sala de la casa. Por supuesto que yo fungía de Top Model en aquel amago de Fashion Week de barrio. Por nuestra pasarela desfilaron todas las amigas largiruchas, flacuchas y despistadas que asomaban por la casa. Cuando veo las fotos de aquellos días, me divierto horrores descubriendo la cantidad de amigas que cayeron en nuestras redes, felizmente, jamás literalmente.
Recuerdo que antes de comenzar el desfile, me secaba la jarra con el coctelito de fresa que nos subían a las "modelos" mientras esperábamos que se llene la sala para empezar. No recuerdo haberme sentido nunca tan nerviosa como en esos previos, imagino que por eso nunca terminé de emborracharme si se tiene en cuenta la cantidad de Pisco que, a esas alturas, corría por mis venas. Maldecía el momento en el que gracias a mi angurria y deseos de figuración, me adjudicaba la mayor cantidad de pasadas por la pasarela. Mientras los segundos para el inicio se acercaban yo seguía exprimiendo la dichosa jarra sin dejar de desplegar todo mi verbo florido, por supuesto. Para remate, obviamente que era yo quien encabezaba el desfile.
Ese segundo piso era un hervidero de nervios, gritos contenidos, ajetreos y enredos con la ropa, zapatos y accesorios. Abajo, en los últimos desfiles que hicimos, ya estaba el Hombre instalado al lado del equipo con la música apropiada. Más allá, papá ... con su vaso de whisky y su sonrisota aderezada de orgullo cada vez que pasaba a su lado ... y, cuando mis nervios estaban en su clímax y parecía que iba mandar todo a la mierda, Zaz!: "Fabu, tu turno" ...
Este año lo volvimos a hacer. Cuando bajé por las escaleras en mi primera pasada, alguien dijo por ahí: "Aquí está Fabu, quien se rehúsa a dejar las pasarelas..."
Si pues: me rehúso! y si no puedo ser Top Model de mi propia línea de ropa, no le veo la gracia al asunto. En los previos al desfile (backstage, que le dicen) les decía a mis sobrinas, las actuales reinas de la pasarela familiar, que la última vez que salí a modelar, era un palo, todavía no me había casado y modelaba la línea juvenil; ahora, el palo se ha rellenado (muy convenientemente a decir del Hombre), no sólo estoy casada: tengo cachorro, y mis pasadas son con la ropa más formal ... Ok! ... de señoras!!
Debo reconocer que ahora no me provoca hacer otra cosa más que tejer, he dejado de escribir (sólo contesto correos), de leer, aunque no de ver películas: ventajas del tejido que te permite acurrucarte en el sofá y, mientras creas abrigo, destejer las tramas de las historias frente a la pantalla del televisor.
El niño aprendió a tejer hace dos años, era la sensación de la casa y alrededores; luego de varias chalinas (para papá, mamá y Mario Bros!) todavía le gusta, aunque le da "roche" que se enteren fuera de la casa y de su mejor amigo, que por cierto: también teje!. Hasta ahí me doy por satisfecha. Le he legado la tradición que llegó a nosotras por la Araña-Madre, un legado que va más allá de unas madejas y unos palitos que se encuentran y transforman en nuestras manos, algo así como una red, que sin pretenderlo, nos mantiene unidas a nuestra madre, como el cordón umbilical que no podemos cortar, que no queremos cortar.
jueves, 23 de abril de 2009
Tejiendo miedos
Es curioso cómo la supuesta fortaleza a veces viene del aislamiento, del no haber sido expuesta. Siempre me sentí fuerte, por encima de los golpes bajos, una sartén de teflón (de las buenas!). El mundo cotidiano, para los mortales; para mi, las rosas de una vida amable.
Este año comenzó con un estruendo, el terrible estruendo de la burbuja rompiéndose sobre mi.
La ventaja de vivir en las nubes, lejos de la realidad fea (la otra, es mi guarida), es que permite que todo lo que me atañe tenga calidad de Prime Time en mi vida, el resto son infomerciales que veo a través de mis pensamientos, siempre centrados en mi pequeño universo. La desventaja, es que cuando te llega la otra realidad te agarra desprevenida. Cuando, casi estrenando año nuevo, tuve el odioso incidente del primer crack, pensé que lo superaría en unos cuantos días. No fue así.
Lo recuerdo siempre. Siento que se ha sembrado en mi como una maldición; yo, que me declaro agnóstica, estoy hablando de "maldición", lo que, de otro modo, no debería tomarlo como contradicción: no soy atea. La duda me da el privilegio de abordar mi espiritualidad con esos matices.
Hasta he probado una especie de conjuro cada vez que me asalta el recuerdo. No estoy segura si está resultando pero no puedo negar que me da un aire estrambótico que combina muy bien conmigo.
Así las cosas, sucede lo del asalto. No voy a negar que este golpe me agarró bien parada, tanto que pude devolverlo (literalmente) multiplicado, sólo habría que preguntarle al choro. Es más, creo sinceramente que el sujeto recibió lo que le tenía guardado a la bruja. ¿Liberador? , un poco ... pero no suficiente.
Desde el asalto no he salido fuera de los linderos de mi aldea periférica. No ha sido necesario para sentirme secuestrada por el miedo.
No puedo sentir pasos detrás mío sin que el terror me erice la piel y me ponga a sudar como maratonista. No sé qué hubiera pasado si me tocaba la experiencia que cuenta Lu en su comentario del post anterior. Ojalá no tenga que saberlo nunca.
Debo reconocer que, aunque suene antipático, me siento como el superhéroe que pierde sus superpoderes. Antipático porque a todos nos golpea la vida y un entuerto con una bruja y un asalto, no son necesariamente como para pedir clemencia de rodillas; no quiero sonar, encima de antipática (que lo soy) , exagerada (que ... cielos, también lo soy!!), porque he tenido golpes verdaderos ¿qué clase de vida sería la mía si a mi edad no los hubiera tenido?, pero han venido de la propia vida, no de la maldad.
Siempre me he sentido con "buena estrella" o, en el peor de los casos (días pesimistas, que también los tengo) alguien lo suficientemente inofensivo como para provocar que los dioses juegen conmigo, no sé si me dejo entender.
Otra ventaja de vivir en las nubes, es que las ofensas y ciertas "malas leches" no llegan por estas alturas. Bueno, a veces, asoman.
Todo esto para decir que me siento horrible, y no es que esté parada frente al espejo o sentada en la peor silla de la casa (sí: je je) ... pero es como estar sin la capa (estoy segura que Superman si entiende esto) en medio de un cielo no tan propicio, y... antes de caer en picada, probaré un poco de mortalidad: me lavaré la cara, alzaré el volumen de la radio, me serviré el segundo café de la mañana y atacaré a los fantasmas con las filudas puntas de mis palitos de tejer.
Este año comenzó con un estruendo, el terrible estruendo de la burbuja rompiéndose sobre mi.
La ventaja de vivir en las nubes, lejos de la realidad fea (la otra, es mi guarida), es que permite que todo lo que me atañe tenga calidad de Prime Time en mi vida, el resto son infomerciales que veo a través de mis pensamientos, siempre centrados en mi pequeño universo. La desventaja, es que cuando te llega la otra realidad te agarra desprevenida. Cuando, casi estrenando año nuevo, tuve el odioso incidente del primer crack, pensé que lo superaría en unos cuantos días. No fue así.
Lo recuerdo siempre. Siento que se ha sembrado en mi como una maldición; yo, que me declaro agnóstica, estoy hablando de "maldición", lo que, de otro modo, no debería tomarlo como contradicción: no soy atea. La duda me da el privilegio de abordar mi espiritualidad con esos matices.
Hasta he probado una especie de conjuro cada vez que me asalta el recuerdo. No estoy segura si está resultando pero no puedo negar que me da un aire estrambótico que combina muy bien conmigo.
Así las cosas, sucede lo del asalto. No voy a negar que este golpe me agarró bien parada, tanto que pude devolverlo (literalmente) multiplicado, sólo habría que preguntarle al choro. Es más, creo sinceramente que el sujeto recibió lo que le tenía guardado a la bruja. ¿Liberador? , un poco ... pero no suficiente.
Desde el asalto no he salido fuera de los linderos de mi aldea periférica. No ha sido necesario para sentirme secuestrada por el miedo.
No puedo sentir pasos detrás mío sin que el terror me erice la piel y me ponga a sudar como maratonista. No sé qué hubiera pasado si me tocaba la experiencia que cuenta Lu en su comentario del post anterior. Ojalá no tenga que saberlo nunca.
Debo reconocer que, aunque suene antipático, me siento como el superhéroe que pierde sus superpoderes. Antipático porque a todos nos golpea la vida y un entuerto con una bruja y un asalto, no son necesariamente como para pedir clemencia de rodillas; no quiero sonar, encima de antipática (que lo soy) , exagerada (que ... cielos, también lo soy!!), porque he tenido golpes verdaderos ¿qué clase de vida sería la mía si a mi edad no los hubiera tenido?, pero han venido de la propia vida, no de la maldad.
Siempre me he sentido con "buena estrella" o, en el peor de los casos (días pesimistas, que también los tengo) alguien lo suficientemente inofensivo como para provocar que los dioses juegen conmigo, no sé si me dejo entender.
Otra ventaja de vivir en las nubes, es que las ofensas y ciertas "malas leches" no llegan por estas alturas. Bueno, a veces, asoman.
Todo esto para decir que me siento horrible, y no es que esté parada frente al espejo o sentada en la peor silla de la casa (sí: je je) ... pero es como estar sin la capa (estoy segura que Superman si entiende esto) en medio de un cielo no tan propicio, y... antes de caer en picada, probaré un poco de mortalidad: me lavaré la cara, alzaré el volumen de la radio, me serviré el segundo café de la mañana y atacaré a los fantasmas con las filudas puntas de mis palitos de tejer.
viernes, 17 de abril de 2009
Sin tiempo para nada
Pasadas las vacaciones por el cumple del Hombre y la Semana Santa, los días se han vuelto insoportablemente cortos. Tengo un montón de lanas esperando por ser convertidas en "arte textil" (¡chompas!), tres juegos de palitos de tejer con sus respectivos trabajos a medias y grandes expectativas por lo que terminarán siendo. Eso me tiene alejada de la máquina ... la limpieza, el lavado, la cocina y las dos cajas que quedaron sueltas por la sala luego del último acomodo por la llegada del nuevo televisor que obligó a alterar el mueble que cobijaba al anterior.
En ese estado de cosas, ayer me robaron.
Gamarra. Fui con mis hermanas y mi sobrina en busca de las plumas para mi vestido strapless que me pondré esta noche, y luego de caminar por el "emporio", felices de ver tantas cosas lindas y baratas, tomamos un taxi. Íbamos cotorreando de lo lindo por las compras cuando fuimos atacadas por tres tipos (después nos daríamos cuenta que fueron más los que deambulaban por ahí), uno de los cuales metió medio cuerpo por la ventana del copiloto, donde estaba mi hermana y apagó el carro, felizmente el taxista reaccionó y no le permitió sacar las llaves. Fue entonces que escuché un grito a mi lado, era mi otra hermana que luchaba para que otro tipo no le abra la puerta desde la ventana del conductor, inmediatamente y como una alarma que se activa, yo también comencé a gritar, pero no fue lo único que hice.
Viendo al tipo que se había metido por la ventana del copiloto y luchaba con el taxista por las llaves, prácticamente encima de mi hermana, empecé a disparar una artillería de golpes a su cara, intenté jalarle el pelo pero lo tenía muy corto, le torcí la oreja de mil modos, mientras seguía dándole de golpes y gritaba al mismo tiempo. En ésas estaba cuando vino un tercer tipo y por la ventana de adelante abrió la puerta de atrás, donde estaba mi sobrina (veinteañera, jamás llevaríamos niños a Gamarra!) y tranquilamente me arrancó el canguro. Eso los alejó.
En medio de nuestros gritos que no se habían dado cuenta que los choros ya se habían ido con el botín (mi cangurito, recuerdo de Ecuador y la cartera de mi hermana, que estaba sentada adelante), el taxista pudo arrancar. Salimos disparados presas de la conmoción, los carros que pasaban a nuestro lado le recriminaban al taxista "¡cómo las traes por acá!" y otras cosas, pero creo que no había otra salida. Ya en camino a casa el taxista se lamentó de no haber llevado su revolver, resulta que era policía. Nosotras en realidad estábamos aliviadas, porque con un arma de por medio quizás las cosas hubieran empeorado en lugar de mejorar. En todo caso y después de todo, tuvimos suerte. O, talvez nos tocaron unos choros novatos que se intimidaron con nuestros gritos y por eso no usaron más violencia, porque el asunto fue "limpio" si se me permite la expresión; se llevaron lo que querían, sin golpes, ni insultos, ni toqueteos. Cuando pienso que pudieron cortarnos o algo por el estilo, se me eriza la piel.
Perdimos dos DNI, mi tarjeta, mi cel, llaves y los veinte soles de emergencia que siempre llevo con mi DNI ... y mis anteojos. Estoy escribiendo con unos antiguos que por lo menos me evitan el tener que digitar al tacto. Todas, cosas recuperables, menos el espantoso momento.
Un consuelo, gastamos hasta el último centavo (menos mis 20 de reserva) y todo lo que compramos estaba en la maletera ¡qué bueno que hicimos caso al taxista que nos insistió en no llevar bultos para evitar ... ¡¡que nos roben!!
Lecciones.
En primer lugar ¡nunca más ir a Gamarra!
... Ok ... todos sabemos que sí lo haré, entonces unas simples precauciones no están de más.
*No llevar las llaves de la casa, no sé por qué las llevé si en casa siempre queda alguien, llaves+DNI=invitación a casa para el choro, sólo faltaría la alfombra roja!.
*No llevar tarjetas, yo pensé que era mejor sacar el dinero allá mismo para no exponerme en el camino pero si te van a robar, mejor que sea efectivo y ahí quedó el asunto, felizmente el Hombre arregló eso al toque.
*Tomar auto y no station, si hubiéramos tomado el taxi anterior que nos pedía demasiado lo habríamos perdido todo porque no hay dónde esconder nada e igual rompían las lunas.
*No oponer resistencia, fue una tremenda imprudencia de mi parte agredir al tipo, puse en peligro a mi hermana precisamente tratando de defenderla, ¿no dicen que el infierno está lleno de buenas intenciones?
En cuanto a los gritos, creo que sí ayudaron, llamaron la atención y siento que de algún modo neutralizó el asalto. Ahora me revienta el no haber gritado ¡ahí viene la policía! para dar unos segundos al conductor y salir disparados, alguna vez escuché que eso había salvado a alguien.
*Es preferible morirte de calor y no bajar las ventanillas, mi hermana iba con la luna a la mitad y eso ayudó a que el choro meta el cuerpo. Aunque finalmente rompan la luna, no hay por qué darles la mínima ventaja.
*Fijar la ruta con anterioridad, a veces los taxistas podrían ser cómplices. En nuestro caso creemos que no y el hecho de haber neutralizado al que quería sacar la llave impidió que perdiéramos también las compras, eso sí que hubiera sido devastador! (sí, qué frívola pues!).
En vista de que ya casi no veo por estos lentes que no son de mi medida y encima tengo que preparar mi producción para el matri de esta noche (¡la vida continúa y pienso tomar como cosaca para expulsar el miedo!) continuaré con las lecciones en otro momento o es que ya no se me ocurren más.
Estoy en un estado de paranoia total, el menor ruido me altera. Anoche tuve que recurrir a mi antidepresivo favorito: dormí con el niño. Nada como sentir el dulce olor de su cuellito, la marea de su respiración en su pancita, su mano en mi cara, su preciosa mano espantando pesadillas y rateros no tan avezados. Amanecí como imagino que será el paraíso, mi propio paraíso:
triple cuchara con el niño y el Hombre a mis lados. Mis aliados, mis justicieros.
Esta mañana, antes de ir al colegio, el niño me dio dos monedas de diez céntimos,
-Mamá, disculpa que no tenga más, pero como te has quedado sin platita ...
Hay cosas que los rateros no te podrán robar jamás.
lunes, 30 de marzo de 2009
Esto no es sobre reggae
Luego de un fin de semana en el que descubrí que soy la que estaban buscando: ¡A mi no me gusta D´Onofrio! , (¡especialmente después de corretear en vano a una docena de heladeros porque mi enano sí creyó en el comercial!) y en el que también le dimos al ambientalismo apagando las luces y saliendo al parque para luego cerrar el evento con conversa de a tres en la sala iluminada con todas las velas que encontré (lo que aumentó el calentamiento, no sé si global pero si corporal!) y un pequeño festival de cuentos de terror ... (buuuuuh!) , terminamos la jornada viendo una peli que casi pasa desapercibida por mis antenitas de vinil: Marley y yo.
Una pequeña delicia.
Para comenzar: yo jamás podría ser crítica de cine. Para mi las películas son instrumentos que mueven los hilos de mis emociones, en el nivel más primario. Soy el tipo de espectador que se las cree todas, todiiiitas. Es por eso que no me considero cinéfila, soy de las otras: del grupete de las cinemeras. Con canchita y combos, risas y lágrimas sin roche, una vergüenza para cualquier despistado acompañante. Felizmente el Hombre no lo es. Él se solidariza conmigo y enjuga mis lágrimas, espera pacientemente que se acaben los créditos que no me resigno a perder y después, en casa o en algún café, escucha con interés todos los argumentos que la lluvia ocular se encargó de anticipar en la sala oscura.
Marley me sorprendió, esperaba cualquier cosa menos ese tratado sobre el amor incondicional (no hay otro más incondicional que el de los perros por sus amos, hasta las madres nos cuestionamos a veces, si no que lo diga el personaje de Jennifer Aniston que me hizo sentir menos sola en este mundo, Ufff!) y la crisis de los cuarenta con sus cuentas pendientes, postergaciones y renuncias con o sin culpas (tu eliges), la búsqueda de equilibrio entre tu trabajo, tu pasión y tu familia. ¿Se puede tener todo?, ¿se debe querer todo?
Podrías tener el perfecto trabajo, la perfecta familia, ¿por qué no la perfecta crisis?.
¿Se puede ser feliz dejando a los chicos en casa mientras desarrollas una brillante o mediocre carrera?, ¿puedes quedarte en casa, estar para tu familia y quemarte por dentro por todos los proyectos profesionales que dejaste a un lado?, ¿por qué cuesta tanto escoger, por qué tendríamos que hacerlo?
La vida no es fácil en ningún lado, así tengas la mejor de las vistas al abrir tu ventana, qué sé yo: el sol de Florida o los colores del otoño en Philadelphia, o talvez la cara agria de tu vecino con construcciones sin terminar por doquier, en un barrio cualquiera de Lima; la vida está del otro lado, tan cerca como tu familia, tan lejos como tus sueños. Es inútil mantener la constante pregunta ¿cómo sería si ...?
Quizá lo único que nos salve sea encontrar esa persona para la que seamos "extraordinarios" y encontrar "extraordinaria" a la persona que elegimos.
Querer como perros, que le dicen.
Una pequeña delicia.
Para comenzar: yo jamás podría ser crítica de cine. Para mi las películas son instrumentos que mueven los hilos de mis emociones, en el nivel más primario. Soy el tipo de espectador que se las cree todas, todiiiitas. Es por eso que no me considero cinéfila, soy de las otras: del grupete de las cinemeras. Con canchita y combos, risas y lágrimas sin roche, una vergüenza para cualquier despistado acompañante. Felizmente el Hombre no lo es. Él se solidariza conmigo y enjuga mis lágrimas, espera pacientemente que se acaben los créditos que no me resigno a perder y después, en casa o en algún café, escucha con interés todos los argumentos que la lluvia ocular se encargó de anticipar en la sala oscura.
Marley me sorprendió, esperaba cualquier cosa menos ese tratado sobre el amor incondicional (no hay otro más incondicional que el de los perros por sus amos, hasta las madres nos cuestionamos a veces, si no que lo diga el personaje de Jennifer Aniston que me hizo sentir menos sola en este mundo, Ufff!) y la crisis de los cuarenta con sus cuentas pendientes, postergaciones y renuncias con o sin culpas (tu eliges), la búsqueda de equilibrio entre tu trabajo, tu pasión y tu familia. ¿Se puede tener todo?, ¿se debe querer todo?
Podrías tener el perfecto trabajo, la perfecta familia, ¿por qué no la perfecta crisis?.
¿Se puede ser feliz dejando a los chicos en casa mientras desarrollas una brillante o mediocre carrera?, ¿puedes quedarte en casa, estar para tu familia y quemarte por dentro por todos los proyectos profesionales que dejaste a un lado?, ¿por qué cuesta tanto escoger, por qué tendríamos que hacerlo?
La vida no es fácil en ningún lado, así tengas la mejor de las vistas al abrir tu ventana, qué sé yo: el sol de Florida o los colores del otoño en Philadelphia, o talvez la cara agria de tu vecino con construcciones sin terminar por doquier, en un barrio cualquiera de Lima; la vida está del otro lado, tan cerca como tu familia, tan lejos como tus sueños. Es inútil mantener la constante pregunta ¿cómo sería si ...?
Quizá lo único que nos salve sea encontrar esa persona para la que seamos "extraordinarios" y encontrar "extraordinaria" a la persona que elegimos.
Querer como perros, que le dicen.
viernes, 27 de marzo de 2009
¡Con los pelos de punta!
Anoche soñé que el tetudo premiaba a los invasores de terrenos envolviéndoles en paquete de regalo los títulos que los alejaban de la legalidad/ que perdonaba las deudas de los morosos haciendo el respectivo jojolete a los monguitos que honramos nuestras deudas/ que rechazaba una donación extranjera para un Museo porque, en palabras de su monguistro de Defensa (¿contra el sentido común?), "hay cosas más urgentes", ¡como si esas cosas urgentes las tendrían que solucionar las donaciones de países amigos y no nuestro propio Gobierno!/ que una impresentable congresista (impresentable-congresista, ya es casi lo mismo ¿no?) le otorgaba una "distinción" a una fulana, por ser "provinciana"(?!!!) y no haber matado a nadie (más: ?!!!)/ que un pseudo-humano atropelló a una mujer, avanzó un kilómetro con un niño incrustado en el capot y que luego de deshacerse del niño intentó huir (debo interrumpir esto porque voy al baño a vomitar...)/ que la hija del tipo que renunció a la presidencia ¡por fax! y se hizo de la vista gorda (como toda ella) mientras su padre y el compinche de éste se almorzaban el país, encabeza las encuestas (del sector que generalmente elige) para las próximas elecciones presidenciales/ que una ola gigantesca se nos venía encima ...
-Fabu ... monita ... ¡despierta!
-... ¿Aaah?
-Tuviste una pesadilla
-¡Aaah!
Me levanto contenta por estar despierta y lejos de esa horrenda pesadilla, beso a mis chicos y me dispongo a comenzar el día como siempre, feliz de estar viva y taaan bien acompañada, cuando, al prender la tele, veo al tetudo ... en ... ¡¿pañales?!
...
(he tratado de colgar las imágenes respectivas, lamentablemente no las encontré en la web pero está en los noticieros, ¡lo juro! creo que fue en un evento en Huánuco, ayer ... o ... nunca me desperté y ... ¿sigo soñando? ¡Noooooo!)
-Fabu ... monita ... ¡despierta!
-... ¿Aaah?
-Tuviste una pesadilla
-¡Aaah!
Me levanto contenta por estar despierta y lejos de esa horrenda pesadilla, beso a mis chicos y me dispongo a comenzar el día como siempre, feliz de estar viva y taaan bien acompañada, cuando, al prender la tele, veo al tetudo ... en ... ¡¿pañales?!
...
(he tratado de colgar las imágenes respectivas, lamentablemente no las encontré en la web pero está en los noticieros, ¡lo juro! creo que fue en un evento en Huánuco, ayer ... o ... nunca me desperté y ... ¿sigo soñando? ¡Noooooo!)
miércoles, 18 de marzo de 2009
Tirándome la Pera*
El niño se puso mal. El lunes, después de dos días disfrutando (y bebiendo!) del mar, regresó del cole y me dijo "mamá, me siento mal". Como siempre, sospeché que quería saltarse el almuerzo para jugar y como nunca, le dije que no había problema, que almorzaría después. En ese momento debí darme cuenta que la falta de reflejos míos ante la "flagrante mentira" del niño era un presagio de que nada era como siempre.
A los cinco minutos, el niño entró al cuarto y vació todo el océano que se había tragado el fin de semana. Le dije, aliviada, que seguramente el heladito que le invitó su compañero a la salida del cole y que me confesó haber comido, le estaba pasando factura. "No te preocupes, mi amor, ahora te sentirás mejor". Le preparé un té digestivo que devolvió a los dos minutos. En total, vomitó tres veces antes que llamara a Aló Rimac. Resumiendo: lo llevamos a la clínica, donde pasamos la noche.
Tenía un cuadro de deshidratación que ameritaba internamiento, nos dijo la doctora. El Hombre me miró, lo miré y ambos miramos al niño. "¿Me voy a quedar?", preguntó con un hilo de voz. Enseguida se puso en funcionamiento esa maquinaria con la que venimos dotadas las mujeres y que se activa en cuanto la más mínima cosa relacionada con nuestros hijos se manifiesta. Yo juraba que no lo tenía, es más, algunas veces dudo seriamente haber sido embalada junto con semejante aparatejo. El lunes estuvo ahí.
Con mi mejor sonrisa, la misma que uso para sacar a los chicos de paseo los domingos ante la inminencia de un torneo de PS2, le dije al enano: "¡Qué bacán!, nunca nos hemos quedado a dormir en una clínica!", el niño enseguida me devolvió el entusiasmo (¡tenía que ser hijo mío!) y agregó
-"¿te quedas conmigo?"
-¡Por supuesto, ni loca me lo perdería!
Llegó el momento del piquete para la "vía" en el dorso de la mano, buen momento también para aclarar que soy la mujer más cobarde del mundo, la sola vista de una aguja me deja con temblores por varios días. Imaginar que le clavarían semejante agujón a mi muñeco me puso como gelatina. Usamos la técnica del soplido, inventada por el propio niño para las vacunas anuales contra la gripe, consiste en concentrarse en soplar mientras lo clavan a uno, así el piquete pasa borroneado y ¡en verdad funciona! Yo aproveché para sujetar su carita y besuquearlo mientras me soplaba la cara, ¡todo tiene un lado bueno ...!
Cuando terminó el asunto y mi hijo estaba con la sonda esa, le dije:
-¡Ahlaa, te pareces a Cyborg!
Él me miró sonriente, busqué al Hombre, para compartir el momento Kodak ... había desaparecido ... ¡hombres!
En fin, tuve que regresar a casa por algunas cosas, la verdad es que una vez llegada a la casa no tenía idea qué michi llevar. El enano me había pedido la cámara para mostrarle a sus primas cómo lo habían hincado. Metí en la mochila cinco muñecos de Star Wars, las cartas con las que jugamos al "Poto sucio" y los cepillos de dientes.
Una vez instalados en la habitación, le tomé un par de fotos mientras dormía, es entonces cuando sentí algo "extra" en el cuarto; el terror en la cara del Hombre. Distraída como estaba en minimizar el asunto y voltear la tortilla de los acontecimientos con el niño, no había reparado en lo asustado que estaba el padre. Lo malo es que el susto es contagioso.
Hay lecciones que uno no quisiera aprender nunca. Por ejemplo, podría pasar el resto de mi vida sin saber lo que significa vivir la enfermedad de un hijo, me refiero a una verdadera, no a una deshidratación que es perfectamente manejable en su momento. Yo no quiero ir a esa escuela. Prefiero la ignorancia. No quiero aprender a controlar el pánico de ver a un ser amado enfermar, sufrir, morir, para poder cuidar, acompañar, llorar.
Hay veces en que la ignorancia es preferible a la barbarie de la certeza, de ciertas certezas.
El niño está bien. Al día siguiente ya estaba pidiendo pizza americana por el intercomunicador a la enfermera. Para agilizar el trámite de alta, me acerqué a la estación de enfermeras y les dije "el niño ya sabe que está de alta así que si no se apuran les va a dejar la habitación como si hubieran pasado los Rolling Stones de los setentas". Me pasaron la factura al toque.
Es por eso que soy tan despistada para los asuntos cotidianos, por lo mismo que beso y abrazo a mi enano todo el día, que me gasto la plata en juguetes y dejo de pagar el cable, que vivo en "mi mundo" como dicen mis hermanas; porque una nunca sabe por que traidora esquina podría cruzarse con alguna "lección de vida" no solicitada. Felizmente, esta pequeña lección ya la aprobé.
(*Expresión usada cuando se falta al colegio sin justificación, algo que jamáaaas he hecho en mi vida ...)
A los cinco minutos, el niño entró al cuarto y vació todo el océano que se había tragado el fin de semana. Le dije, aliviada, que seguramente el heladito que le invitó su compañero a la salida del cole y que me confesó haber comido, le estaba pasando factura. "No te preocupes, mi amor, ahora te sentirás mejor". Le preparé un té digestivo que devolvió a los dos minutos. En total, vomitó tres veces antes que llamara a Aló Rimac. Resumiendo: lo llevamos a la clínica, donde pasamos la noche.
Tenía un cuadro de deshidratación que ameritaba internamiento, nos dijo la doctora. El Hombre me miró, lo miré y ambos miramos al niño. "¿Me voy a quedar?", preguntó con un hilo de voz. Enseguida se puso en funcionamiento esa maquinaria con la que venimos dotadas las mujeres y que se activa en cuanto la más mínima cosa relacionada con nuestros hijos se manifiesta. Yo juraba que no lo tenía, es más, algunas veces dudo seriamente haber sido embalada junto con semejante aparatejo. El lunes estuvo ahí.
Con mi mejor sonrisa, la misma que uso para sacar a los chicos de paseo los domingos ante la inminencia de un torneo de PS2, le dije al enano: "¡Qué bacán!, nunca nos hemos quedado a dormir en una clínica!", el niño enseguida me devolvió el entusiasmo (¡tenía que ser hijo mío!) y agregó
-"¿te quedas conmigo?"
-¡Por supuesto, ni loca me lo perdería!
Llegó el momento del piquete para la "vía" en el dorso de la mano, buen momento también para aclarar que soy la mujer más cobarde del mundo, la sola vista de una aguja me deja con temblores por varios días. Imaginar que le clavarían semejante agujón a mi muñeco me puso como gelatina. Usamos la técnica del soplido, inventada por el propio niño para las vacunas anuales contra la gripe, consiste en concentrarse en soplar mientras lo clavan a uno, así el piquete pasa borroneado y ¡en verdad funciona! Yo aproveché para sujetar su carita y besuquearlo mientras me soplaba la cara, ¡todo tiene un lado bueno ...!
Cuando terminó el asunto y mi hijo estaba con la sonda esa, le dije:
-¡Ahlaa, te pareces a Cyborg!
Él me miró sonriente, busqué al Hombre, para compartir el momento Kodak ... había desaparecido ... ¡hombres!
En fin, tuve que regresar a casa por algunas cosas, la verdad es que una vez llegada a la casa no tenía idea qué michi llevar. El enano me había pedido la cámara para mostrarle a sus primas cómo lo habían hincado. Metí en la mochila cinco muñecos de Star Wars, las cartas con las que jugamos al "Poto sucio" y los cepillos de dientes.
Una vez instalados en la habitación, le tomé un par de fotos mientras dormía, es entonces cuando sentí algo "extra" en el cuarto; el terror en la cara del Hombre. Distraída como estaba en minimizar el asunto y voltear la tortilla de los acontecimientos con el niño, no había reparado en lo asustado que estaba el padre. Lo malo es que el susto es contagioso.
Hay lecciones que uno no quisiera aprender nunca. Por ejemplo, podría pasar el resto de mi vida sin saber lo que significa vivir la enfermedad de un hijo, me refiero a una verdadera, no a una deshidratación que es perfectamente manejable en su momento. Yo no quiero ir a esa escuela. Prefiero la ignorancia. No quiero aprender a controlar el pánico de ver a un ser amado enfermar, sufrir, morir, para poder cuidar, acompañar, llorar.
Hay veces en que la ignorancia es preferible a la barbarie de la certeza, de ciertas certezas.
El niño está bien. Al día siguiente ya estaba pidiendo pizza americana por el intercomunicador a la enfermera. Para agilizar el trámite de alta, me acerqué a la estación de enfermeras y les dije "el niño ya sabe que está de alta así que si no se apuran les va a dejar la habitación como si hubieran pasado los Rolling Stones de los setentas". Me pasaron la factura al toque.
Es por eso que soy tan despistada para los asuntos cotidianos, por lo mismo que beso y abrazo a mi enano todo el día, que me gasto la plata en juguetes y dejo de pagar el cable, que vivo en "mi mundo" como dicen mis hermanas; porque una nunca sabe por que traidora esquina podría cruzarse con alguna "lección de vida" no solicitada. Felizmente, esta pequeña lección ya la aprobé.
(*Expresión usada cuando se falta al colegio sin justificación, algo que jamáaaas he hecho en mi vida ...)
sábado, 7 de marzo de 2009
Gracias, pero No!
Todos los años la misma vaina, llega el 8 de Marzo y comienza el desfile de: "Feliz día de la Mujer" ... grrr! y lo peor es que casi siempre el saludo viene de otras mujeres como yo. Seguramente bien intencionadas, pero totalmente despistadas, que creen que la fecha las incluye, cuando por lo único que hemos luchado es por bajar los rollos producto de las comilonas que les son negadas a las verdaderas homenajeadas, qué sé yo!
No sé porqué debiera sentirme identificada con el dichoso día si yo nunca luché por nada, nunca me sacrifiqué por nadie y por último, soy una mantenida por propia elección, así que ¡ya dejen de joder, caracho!
Y mejor, me pongo a hacer alguna manualidad.
Patchwork
(o, retazos de esa cosa llamada felicidad)
*Cuando cedieron las fiebres altas que acosaron al niño y nublaron la primera semana de vacaciones del Hombre.
*Cuando llegamos a la otra casa, la del jardín con frutales, hamaca con brisa marina (y algo de olor a establo, ya lo dije antes), mar cercano y el helado de lúcuma más rico del planeta.
*Cuando vimos por primera vez Tuquillo y el taxista local no cabía en su pellejo de orgullo mientras nosotros alabábamos la belleza de la playa.
*Cuando nos pasamos casi todo el día explorando Las Pocitas, sin bañarnos, sólo caminando, espiando pececillos, salpicándonos con las olas del mar de Ancash.
*Cuando llegamos al muelle de Huanchaco e inmediatamente, con mochilas a cuestas, nos pusimos a pescar mientras la sonrisa del niño competía (¡y ganaba!) en brillo con el sol poniente.
*Cuando, rezagada un poco para tomar fotos, pude observar a mis chicos felices ensartando muy-muys en los anzuelos.
*Cuando, animada y casi empujada por el Hombre, me subí a ese artefacto Moche, llamado Caballito de Totora y, cual Dama de Cao, dominé las olas de Huanchaco para pasar los cinco minutos más macanudos de los últimos tiempos.
*Cuando comimos ese estupendo tacu-tacu con seco de cabrito en El Mochica.
*Cuando entramos al bar de Gerardo Chávez y el niño nos sorprendió a todos pidiendo empanaditas y una copa de vino.
*Cuando tomamos café, leyendo los periódicos del domingo, mientras el niño seguía pescando en el muelle, ajeno a cualquier mala o buena noticia del mundo.
*Cuando el Hombre me dijo, bajito, que había sido una buena idea venir con el enano, mientras lo miraba caminar delante de nosotros y sentí ese brillo en sus ojos.
(Pasado el momento, me queda la colcha en Patchwork con la que me abrigo cuando el alma tiene frío).
lunes, 23 de febrero de 2009
Quiero agradecer a la Academia ...
Por la estupenda Ceremonia que me devolvió, en empaque inmejorable, a Billy Cristal. Porque nadie podrá negar que lo mejor que pudieron hacer (en aaaños!) fue escoger a mi adorado Hugh de anfitrión, era el toque que le hacía falta (a gritos!!) a la desgastada gala, esa chispa que Billy se llevó y nadie más pudo encender. Fue encantador su número de inicio, el hombre tiene ese carisma que sólo los grandes actores pueden pasear por cualquier escenario, ese Broadway que se hacía extrañar tanto, tanto. No puedo escribir más de Mr. Jackman porque sonaría a fan enamorada (que lo soy!) y es que me quedaría corta ante tanto despliegue de talento, y como si fuese poco: es guapísimo el desgraciado!!
Confieso que anoche estuve completamente eufórica, ¡creo que me gustó todo! Porque al margen de la elección de los ganadores (que se sabe: ¡nunca estaremos de acuerdo al 100%!) el show es tan protagonista como los premiados y este estuvo impecable. Me gustó especialmente la presencia de anteriores ganadores para la presentación de los premios a mejor Actor y Actor de Reparto. Parecía una secuencia de "Esta es tu Vida" que daban en la prehistoria de la tele (a ver si alguien se acuerda...), con cada presentador esforzándose por ver quién sacaba más lágrimas de su presentado, un toque emocional realmente efectivo, porque ya me hubieran visto a mi, emocionadísima, con la mano en el pecho, escuchando cada una de las palabras que salían de la boca de una estrella como si para mi fuesen dirigidas, Ay!. (al que se le ocurrió la idea deberían premiarlo también!).
Como en los viejos tiempos, cuando la Ceremonia contaba con la traducción aquí en Perú de Mr. Ludmir, fuimos testigos de un número de baile a lo Hollywood, que, de haber estado en el teatro, me hubiera levantado a mi del asiento para aplaudir (lo que no dejé de hacer en mi sala, por supuesto!) me pareció muy mezquino que la gente no se ponga de pie para aplaudir algo que no se veía en años y que quedó tan espectacular (buena, Lurhmann!), en fin!
¿Cómo me fue con la apuesta? ¡Gané! (creo que el top de lentejuelas y los zapatos dorados me trajeron una suerte maldita, porque arrasé!). Y aquí debo hacer una pausa para resaltar el estoicismo del Hombre ya que se trata de la apuesta número cuchumil que gano (je je) y de paso soltar un suspiro de alivio porque el Hombre apostó algo que está reñido con los derechos humanos de las mujeres en la mayoría de paises civilizados, Uff!
sábado, 21 de febrero de 2009
And the winner is ...
No sé cuándo comenzó pero bien que se instaló en nuestra rutina. Todas las entregas del Oscar sucede lo mismo: apuesta, pye de limón y café. A estas alturas ya ni recuerdo quién contagió a quién, aunque sospecho que yo tuve mucho que ver ya que siempre me fascinó el asuntete.
Este año no podía ser de otro modo y hay un plus exitante: Hugh Jackman (mmmm, arf! arf!). En mi pequeño planeta se impone la Inamovilidad Absoluta a partir de las 5 p.m. cuando comienza el Pre-Show de E, Countdown, o lo que sea. El mundo podría venirse abajo pero a mi nadie me mueve de mi sofá para espectar la llegada de los famosos ... y de los otros también.
Algo que extraño horrores es ver a mi tía y su critter: Ms. Joan Rivers e hija, es una lástima que ya no estén en E ya que era una verdadera delicia el raje que propiciaban.
En este punto soy una suertuda de merde porque al Hombre le divierten estas cosas tanto como a mi y es tan burlón como yo, entonces la Entrega del Oscar, Grammys, concursos de Belleza (los Miss Perú suelen ser alucinantes e inspiradores!) y cualquier otro evento con tufillo a "Magno Certamen" nos regalan gratos momentos de risas divertidas (y de las crueles también!).
Ya tengo mis candidatos, que normalmente no tienen mucho que ver con mi gusto y si con la angurria de ganar la apuesta ... lo que me recuerda que todavía no he pensado qué michi pedir este año, creo que ya tengo botas de todos los colores que quiero, claro que podría renovar las negras ... o tal vez un carterón plateado que he visto por ahí y, aunque todavía no sé si alguna vez lo use, sería un bonito recuerdo del Oscar de este año.
A ver, espero que Danny Boyle y su peli no me decepcionen, todavía no estoy muy segura de querer asegurarme con Mickey Rourke (cuya peli el Hombre está viendo en este momento y yo no puedo mantener la vista más de un segundo en su extraña cara y ... esos pelos ... en fin!), está Kate Winslet, a quien sólo por joder, me gustaría que le ganase Angelina, para que jamás se olvide de ese nombre, ¡eso sí que sería divertido!. Tengo que marcar mis candidatos y decidir de una buena vez qué ganar perdón ... que apostar este año.
Mientras tanto buscaré un detalle deslumbrante que ponerme, podrían ser unos zapatos dorados para hacer juego con el tío Oscar, o una boa para adornar mi hermoso cuello (si, cómo no!), no sé, pero lo que sí sé es que la emoción ya está instalada, y las ganas de reír también.
-Ejmm!
¿Me pasan el sobre, please?
Este año no podía ser de otro modo y hay un plus exitante: Hugh Jackman (mmmm, arf! arf!). En mi pequeño planeta se impone la Inamovilidad Absoluta a partir de las 5 p.m. cuando comienza el Pre-Show de E, Countdown, o lo que sea. El mundo podría venirse abajo pero a mi nadie me mueve de mi sofá para espectar la llegada de los famosos ... y de los otros también.
Algo que extraño horrores es ver a mi tía y su critter: Ms. Joan Rivers e hija, es una lástima que ya no estén en E ya que era una verdadera delicia el raje que propiciaban.
En este punto soy una suertuda de merde porque al Hombre le divierten estas cosas tanto como a mi y es tan burlón como yo, entonces la Entrega del Oscar, Grammys, concursos de Belleza (los Miss Perú suelen ser alucinantes e inspiradores!) y cualquier otro evento con tufillo a "Magno Certamen" nos regalan gratos momentos de risas divertidas (y de las crueles también!).
Ya tengo mis candidatos, que normalmente no tienen mucho que ver con mi gusto y si con la angurria de ganar la apuesta ... lo que me recuerda que todavía no he pensado qué michi pedir este año, creo que ya tengo botas de todos los colores que quiero, claro que podría renovar las negras ... o tal vez un carterón plateado que he visto por ahí y, aunque todavía no sé si alguna vez lo use, sería un bonito recuerdo del Oscar de este año.
A ver, espero que Danny Boyle y su peli no me decepcionen, todavía no estoy muy segura de querer asegurarme con Mickey Rourke (cuya peli el Hombre está viendo en este momento y yo no puedo mantener la vista más de un segundo en su extraña cara y ... esos pelos ... en fin!), está Kate Winslet, a quien sólo por joder, me gustaría que le ganase Angelina, para que jamás se olvide de ese nombre, ¡eso sí que sería divertido!. Tengo que marcar mis candidatos y decidir de una buena vez qué ganar perdón ... que apostar este año.
Mientras tanto buscaré un detalle deslumbrante que ponerme, podrían ser unos zapatos dorados para hacer juego con el tío Oscar, o una boa para adornar mi hermoso cuello (si, cómo no!), no sé, pero lo que sí sé es que la emoción ya está instalada, y las ganas de reír también.
-Ejmm!
¿Me pasan el sobre, please?
martes, 10 de febrero de 2009
Efectos del Pisco Sour
El sábado, en plena celebración del Día del Pisco sour (¡Febrero nos va a matar con tanto acontecimiento!), y alentada por el trago de bandera, me animé a soltar el secreto de mi eterna juventud: soy tontita, pues! (creo que no fueron las palabras exactas pero el espíritu va por ahí ... creo que dije idiota ...).
Sé que suena a bomba (cuando el trago fluye por los labios en forma de palabras sin mucho sentido, o, a veces, con demasiado sentido, en fin!) pero si uno lo piensa un poco (que no es mi caso) la verdad es que tiene "algo" de sentido, y es que la juventud va mucho más allá de la apariencia, tiene que ver con la actitud, y sí pues, aunque suene a perogrullada, es muy pertinente la apreciación.
No es sólo que aparento menos edad de la que tengo por una cuestión de proporción entre mi talla y mi peso, la alegría desenfadada que me da mi excesiva frivolidad y mi profunda superficialidad, también ayuda ese toque tontín que me persigue cual sombra siniestra, y no es que piense que los jóvenes son unos idiotas (aunque algunos se empeñen en sacarle brillo al estereotipo) pero, no sé, la mirada perdida del que no termina de encontrar su lugar en el mundo, o no entendió bien el chiste (que para el caso es casi lo mismo), como que le da a uno el aspecto juvenil de la perdida adolescencia que las cremas antiarrugas nos privan con alevosía. Ese pasear por el planeta con aire de hija y no de madre, como correspondería a mi actual estatus, la falta de planes para el futuro, el creer que tengo todo el tiempo del mundo a pesar de que mi cuerpo ya me esté pasando memos que indican lo contrario. Esa mirada de extrañeza con que enfoco a las personas centradas con las que me tropiezo, la falta de dominio sobre ciertas emociones, amén de algunas broncas conmigo misma que no logro dejar en el pasado ... no sé, como que me dan una aureola adolescente que podría ser perfectamente patética si lo profundizo un poco, felizmente aquello de profundizar en las cosas no va conmigo y prefiero pensar que sólo soy eso: alguien que se quedó pasmada en la adolescencia.
...¿Cómo diablos pasé de la eterna juventud a la eterna ... en qué iba?
Sé que suena a bomba (cuando el trago fluye por los labios en forma de palabras sin mucho sentido, o, a veces, con demasiado sentido, en fin!) pero si uno lo piensa un poco (que no es mi caso) la verdad es que tiene "algo" de sentido, y es que la juventud va mucho más allá de la apariencia, tiene que ver con la actitud, y sí pues, aunque suene a perogrullada, es muy pertinente la apreciación.
No es sólo que aparento menos edad de la que tengo por una cuestión de proporción entre mi talla y mi peso, la alegría desenfadada que me da mi excesiva frivolidad y mi profunda superficialidad, también ayuda ese toque tontín que me persigue cual sombra siniestra, y no es que piense que los jóvenes son unos idiotas (aunque algunos se empeñen en sacarle brillo al estereotipo) pero, no sé, la mirada perdida del que no termina de encontrar su lugar en el mundo, o no entendió bien el chiste (que para el caso es casi lo mismo), como que le da a uno el aspecto juvenil de la perdida adolescencia que las cremas antiarrugas nos privan con alevosía. Ese pasear por el planeta con aire de hija y no de madre, como correspondería a mi actual estatus, la falta de planes para el futuro, el creer que tengo todo el tiempo del mundo a pesar de que mi cuerpo ya me esté pasando memos que indican lo contrario. Esa mirada de extrañeza con que enfoco a las personas centradas con las que me tropiezo, la falta de dominio sobre ciertas emociones, amén de algunas broncas conmigo misma que no logro dejar en el pasado ... no sé, como que me dan una aureola adolescente que podría ser perfectamente patética si lo profundizo un poco, felizmente aquello de profundizar en las cosas no va conmigo y prefiero pensar que sólo soy eso: alguien que se quedó pasmada en la adolescencia.
...¿Cómo diablos pasé de la eterna juventud a la eterna ... en qué iba?
lunes, 9 de febrero de 2009
miércoles, 4 de febrero de 2009
Mientras los niños duermen ...
... se me ocurrió retozar por aquí un ratito. Mi vecina/hermana regresó al trabajo así que debo chequear a Jose también. Por ahora los dejo dormir un poco más y de pasadita disfruto un poquito de tiempo para mi solita.
Quizá eso sea lo único que extraño del tiempo de colegio, las mañanitas en solitario. Para todo lo demás ¡detesto el cole! ... y no quisiera que vuelvan los días en que mi enanito me deje en casa, extrañándolo, mientras el verano todavía esta vivo, intensamente vivo. No sé a quién (¡seguramente a alguien que tuvo una infancia horrible!) se le ocurrió recortar las vacaciones y enviar a los niños al infierno (literalmente hablando de clima) de las aulas en Marzo.
A mi el colegio creo que me resultaba indiferente, no lo odiaba, pero tampoco lo adoraba. Era algo que sabía que tenía que hacer y punto. En cambio ahora, reconozco que le tengo cierta bronca, y no debería ser así, después de todo se encarga de un área de mi hijo para la que soy una incompetente total. Me marca distancia con su omnipresencia en la casa y por lo tanto también con los ajustes de cuenta inevitables en nuestra apasionada relación. Aún así, no puedo evitar que la penita se instale por aquí apenas llegado el mes de Febrero.
Será también que el niño ya va a tercer grado y eso confirma que mi bebé hace tiempo que dejó de serlo para convertirse en el difícil niño que es. Como tiene que ser, después de todo no hay nada más difícil que ser un cachorro humano, y si a eso se agrega una madre un tanto peculiar (para no ser dura con la que escribe), que el niño sea difícil es sólo una consecuencia. Además que me hubiera decepcionado un poquín que me saliera muy dócil, aunque una pizca no hubiera venido mal, ah!
...
Siento ruidos en la habitación, será que los sueños ceden el turno a las travesuras. Mejor pongo la mesa y mi mejor sonrisa: el día recién comienza.
Quizá eso sea lo único que extraño del tiempo de colegio, las mañanitas en solitario. Para todo lo demás ¡detesto el cole! ... y no quisiera que vuelvan los días en que mi enanito me deje en casa, extrañándolo, mientras el verano todavía esta vivo, intensamente vivo. No sé a quién (¡seguramente a alguien que tuvo una infancia horrible!) se le ocurrió recortar las vacaciones y enviar a los niños al infierno (literalmente hablando de clima) de las aulas en Marzo.
A mi el colegio creo que me resultaba indiferente, no lo odiaba, pero tampoco lo adoraba. Era algo que sabía que tenía que hacer y punto. En cambio ahora, reconozco que le tengo cierta bronca, y no debería ser así, después de todo se encarga de un área de mi hijo para la que soy una incompetente total. Me marca distancia con su omnipresencia en la casa y por lo tanto también con los ajustes de cuenta inevitables en nuestra apasionada relación. Aún así, no puedo evitar que la penita se instale por aquí apenas llegado el mes de Febrero.
Será también que el niño ya va a tercer grado y eso confirma que mi bebé hace tiempo que dejó de serlo para convertirse en el difícil niño que es. Como tiene que ser, después de todo no hay nada más difícil que ser un cachorro humano, y si a eso se agrega una madre un tanto peculiar (para no ser dura con la que escribe), que el niño sea difícil es sólo una consecuencia. Además que me hubiera decepcionado un poquín que me saliera muy dócil, aunque una pizca no hubiera venido mal, ah!
...
Siento ruidos en la habitación, será que los sueños ceden el turno a las travesuras. Mejor pongo la mesa y mi mejor sonrisa: el día recién comienza.
jueves, 29 de enero de 2009
Decretos Supremos Estivales
Ayer, mientras regresábamos a casa por unos días (asuntos de celebraciones y conmemoración familiares) se me ocurrieron unas alteraciones a las normas ...
*Queda terminantemente prohibido restringir el acceso visual al hermoso litoral con que fue bendecida nuestra patria. No es justo que al terminar Pasamayo con su escalofriante belleza, los marinos te planten un murete de grumete (sólo para rimar).
*Los helados deben ser distribuidos a quienes lo necesiten, no importando si no cuentan con los medios económicos en el momento de desatada tal necesidad.
*Los niños pueden y deben entrar a la piscina cuando sus deshidratados cuerpecitos se los pidan, no importa si es de día o de noche (sólo la precaución de no hacerlo inmediatamente después de los alimentos, nada más!).
*La gente tiene que guardar sus avinagradas amarguras para el invierno, cuando no desentonen con la alegría en el alma de quien no tiene que ir a clases (o a cocinar ...).
*Las cabinas de Internet deben incluir helado y aire acondicionado ... y unos centímetros más para los patilargos!
*Se prohiben terminantemente las Vacaciones Útiles o cualquier amago de estudio cuando el sol sólo quiere que lo adoremos.
*Si algún reacio progenitor (o progenitora, las más felices con deshacerse de sus engendros) insiste con el asunto anterior, se le castigará con una hora diaria en cualquier cabina/sauna del norte chico, para que aprenda, caracho!
*Bajo ningún motivo se permitirá que un espécimen femenino favorecido por los dioses (y algún que otro cirujano) se acerque siquiera unos metros al lugar en el que otro espécimen femenino menos favorecido retoza con sus hijos en la arena, mientras finge ignorar que los años no pasan en vano y qué carajo ¿por qué tenía que heredar también la celulitis?
*Se prohibe seguir escribiendo mientras el sol pega alaridos en el parque ... a menos que haya una necesidad apremiante, no siendo este el caso ...
Au revoir!
*Queda terminantemente prohibido restringir el acceso visual al hermoso litoral con que fue bendecida nuestra patria. No es justo que al terminar Pasamayo con su escalofriante belleza, los marinos te planten un murete de grumete (sólo para rimar).
*Los helados deben ser distribuidos a quienes lo necesiten, no importando si no cuentan con los medios económicos en el momento de desatada tal necesidad.
*Los niños pueden y deben entrar a la piscina cuando sus deshidratados cuerpecitos se los pidan, no importa si es de día o de noche (sólo la precaución de no hacerlo inmediatamente después de los alimentos, nada más!).
*La gente tiene que guardar sus avinagradas amarguras para el invierno, cuando no desentonen con la alegría en el alma de quien no tiene que ir a clases (o a cocinar ...).
*Las cabinas de Internet deben incluir helado y aire acondicionado ... y unos centímetros más para los patilargos!
*Se prohiben terminantemente las Vacaciones Útiles o cualquier amago de estudio cuando el sol sólo quiere que lo adoremos.
*Si algún reacio progenitor (o progenitora, las más felices con deshacerse de sus engendros) insiste con el asunto anterior, se le castigará con una hora diaria en cualquier cabina/sauna del norte chico, para que aprenda, caracho!
*Bajo ningún motivo se permitirá que un espécimen femenino favorecido por los dioses (y algún que otro cirujano) se acerque siquiera unos metros al lugar en el que otro espécimen femenino menos favorecido retoza con sus hijos en la arena, mientras finge ignorar que los años no pasan en vano y qué carajo ¿por qué tenía que heredar también la celulitis?
*Se prohibe seguir escribiendo mientras el sol pega alaridos en el parque ... a menos que haya una necesidad apremiante, no siendo este el caso ...
Au revoir!
miércoles, 21 de enero de 2009
Un retazo del año pasado
Desde la primera Navidad con el niño instalado en nuestras vidas, imaginé llevándolo a la función de Navidad de Cascanueces. Mientras él iba creciendo, me decía a mi misma "el otro año será, ahora es muy pequeño", y así lo fuimos posponiendo hasta el año pasado, cuando le propusimos llevarlo al ballet, "Vayan ustedes", nos dijo muy tranquilo. Confieso que esperaba todo, menos eso.
El Hombre me dijo que lo tomara con calma y que a medida que se acercara la fecha se animaría.
No fue así. Resulta que el niño descubrió que me interesaba demasiado su compañía en el mencionado evento y por todos los medios comenzó a jugar con mis ansias (¡y después dicen que somos las mujeres quienes llevamos esa fregadera en el ADN!). Lo intenté todo, "mi amor, ¿recuerdas a "Mickey y el Cascanueces?", le pusimos el DVD del ballet y nada. La música, nada; el niño seguía diciendo "mejor vayan ustedes". Hasta cometí el error de mencionar la película de su prima: Barbie y el Cascanueces, ahí si que la negativa se puso cuasi-definitiva, big mistake!
Un día muy cercano a la Navidad y casi sin esperanzas de ir (porque no me interesaba ir sólo con el Hombre, ¡la gracia era llevar al enano!), estando de compras en un supermercado, vimos un precioso Cascanueces de madera. Llevaba su uniforme impecable y un tambor, revisándolo, descubrí encantada que era musical. Era demasiado y fue amor a primera vista. Compramos dos (¡estaban dos por uno!) y recuerdo que salí de la tienda con la sensación de habérmelo robado, no sé porqué. Llegando a casa separamos el que íbamos a regalar y pusimos el mío en la mesa.
Cuando el niño lo vio, supe inmediatamente que nos acompañaría.
El gran día llegó y después del almuerzo navideño con la mamá del Hombre (la Nochebuena cenamos con la mía, siempre, y así no hay dramas: todos contentos) , nos acompañó Josefina (prima del niño, hermana de leche para mayores señas y por ello considerada la hija mujer que no tuve), yo no podía estar más emocionada.
Todo salió estupendo. Los niños no pudieron portarse mejor (¡en realidad si pudieron, pero no hubiesen sido ellos!), la función estuvo deliciosa, encantadora, perfecta.
Mientras se levantaba el telón, mis latidos competían con la música tan maravillosa, el Hombre me veía y seguramente pensaba, como siempre que me ve radiante, "¡qué barato es hacerla feliz", y aunque no siempre es así (¡lo de barato!) yo diría que, casi.
-"Mamá, ¿por qué no hablan?"
-(con un hilo de voz) porque es un ballet, ellos se expresan bailando ... shhh!
- ¿no pueden hablar?
- ... shhh! ... no, ¡no pueden! ...
Entonces el niño, volteando hacia su prima y con toda la autosuficiencia en la voz, le dice, lo suficientemente alto como para que lo escuchen hasta el Municipal (¡estábamos en el Segura!):
- Ah! son discapacitados!
Risas ahogadas a nuestro alrededor, y yo con la alegría ahogada en el alma: por fin había visto Cascanueces, en el Municipal, en la función de Navidad, y con mi propio cachorrito humano.
***
(Lo encontré arrinconado por los apuros del fin de año y las vacaciones)
lunes, 12 de enero de 2009
Una pausa en las vacaciones ...
... para darle un mantenimiento al hogar y, de pasadita, al Hombre (uf! je je).
Sólo unas horas para pasar revista a mis cosas, lavar y planchar camisas para la semana, pasar escoba y trapo a la casa, chequear a los cuchis y al parque, conversar rápidamente con mis hermanas, recoger juguetes que dejé antes de partir y comprobar que tienen vida propia lejos de las manos del niño (¡están por todas partes!).
Para dejar el libro gordo que devoré en tres días y llevarme una buena provisión de repuesto: Saramago, Bayly (cómo no!), y otro más que buscaré apresuradamente antes de salir, suficiente para aguantar hasta la próxima semana que regrese de nuevo a marcar mi territorio.
Anoche el Hombre me dijo que planea secuestrarme por tres días y llevarme de vacaciones al pasado, no sé exactamente lo que eso signifique y, aunque tengo algunas sospechas que me hacen temer por mi integridad física ... soy demasiado Oh!ciosa como para resistir!
Sólo unas horas para pasar revista a mis cosas, lavar y planchar camisas para la semana, pasar escoba y trapo a la casa, chequear a los cuchis y al parque, conversar rápidamente con mis hermanas, recoger juguetes que dejé antes de partir y comprobar que tienen vida propia lejos de las manos del niño (¡están por todas partes!).
Para dejar el libro gordo que devoré en tres días y llevarme una buena provisión de repuesto: Saramago, Bayly (cómo no!), y otro más que buscaré apresuradamente antes de salir, suficiente para aguantar hasta la próxima semana que regrese de nuevo a marcar mi territorio.
Anoche el Hombre me dijo que planea secuestrarme por tres días y llevarme de vacaciones al pasado, no sé exactamente lo que eso signifique y, aunque tengo algunas sospechas que me hacen temer por mi integridad física ... soy demasiado Oh!ciosa como para resistir!
martes, 6 de enero de 2009
Acabo de prender la compu ...
... pero no tengo ganas de nada. Ayer tuve un bolondrón con una bruja horrorosa, de ésas con las que jamás pensé toparme en la vida, yo, que soy una princesa.
Lo único que quisiera es que se vaya este plomo que tengo en el pecho.
Creí que estaba blindada, pero resulta que soy tan frágil como una copa de cristal, como el adorno antiguo que se rompió en mil pedazos cuando, con gran ilusión, armé mi árbol de Navidad. Si hay algo que me espanta y realmente me intimida es la vulgaridad, nunca he podido con ella. Me vulnera, me desarma.
Ayer por la tarde, mientras sentía mi burbuja invadida por aliens, me decía a mi misma qué le diría yo a una amiga si pasase por un momento como el que yo estaba (estoy) pasando. Seguramente le diría "no permitas que alguien que obviamente no está a tu nivel te altere", bueno, pues, ¡no resulta!
Los escándalos sólo los tolero si son de celebración, no me cabe en la vida hacer circo por una nimiedad, soy de las que piensan que las cosas siempre se pueden arreglar civilizadamente, que las ideas deber estar por encima de la pasión discurriendo por la vía de la vulgaridad.
Hasta ahora me tiembla todo el cuerpo y daría una buena recompensa por la fórmula para salir de esta estupidez.
Lo único que quisiera es que se vaya este plomo que tengo en el pecho.
Creí que estaba blindada, pero resulta que soy tan frágil como una copa de cristal, como el adorno antiguo que se rompió en mil pedazos cuando, con gran ilusión, armé mi árbol de Navidad. Si hay algo que me espanta y realmente me intimida es la vulgaridad, nunca he podido con ella. Me vulnera, me desarma.
Ayer por la tarde, mientras sentía mi burbuja invadida por aliens, me decía a mi misma qué le diría yo a una amiga si pasase por un momento como el que yo estaba (estoy) pasando. Seguramente le diría "no permitas que alguien que obviamente no está a tu nivel te altere", bueno, pues, ¡no resulta!
Los escándalos sólo los tolero si son de celebración, no me cabe en la vida hacer circo por una nimiedad, soy de las que piensan que las cosas siempre se pueden arreglar civilizadamente, que las ideas deber estar por encima de la pasión discurriendo por la vía de la vulgaridad.
Hasta ahora me tiembla todo el cuerpo y daría una buena recompensa por la fórmula para salir de esta estupidez.
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